Cristo Rojo. Símbolos de integración psicológica en la vida y obra de Jacobo Fijman
por Jorge Wiurnos
Viajero,
hay puentes todavía por los caminos.
Jacobo Fijman.
El artista va extrayendo de sus diversas vivencias imágenes que si bien son de su acerbo personal, su maestría les da un carácter social que conmueve a muchos. Ya no es alguien aislado sino que se transforma en el portavoz de sonidos profundos que tocan la fibra del alma humana. Son palabras, colores, músicas, que se van imponiendo y superando a su yo aislado dándoles una forma. Jacobo Fijman es confrontado con esas fuerzas arquetípicas creando poesía con ellas. No le corresponde a él entender el sentido de aquellas, ya que no debemos olvidar que por momentos lo invaden y lo controlan, sino a quienes intentan dilucidar minimanente el sentido de sus producciones.
Jacobo José Fijman nace en Uriff, antigua Besarabia rusa, hoy Rumania, el 25 de enero de 1898, llegando con sus padres judíos a la argentina en 1902. Su vida es parte inseparable de su obra en donde intenta dar forma a las terribles vivencias que padeció, pero no se quedó con ello, ya que sino solo se trataría de hechos que solo llamarían la atención a quien estudian una historia clínica de una esquizofrenia, sino que su transitar lo condujo a hallar un sentido de experiencias universales y arquetípicas y que las vivió con gran intensidad.
Creemos que debemos comenzar por una serie de hechos biográficos para entender esa senda. En 1921 se va a vivir a una pensión de la calle 25 de mayo que en esa época era la zona de los burdeles y allí comienza a padecer una serie de trastornos que hacen a su esquizofrenia. Una presencia que llama El Otro comienza a hostigarlo y hasta llegar a estrangularlo ante su estado de pánico. Su habitación está llena de cruces dibujadas para conjurar esa figura que no puede precisar qué es. Luego se cree perseguido por un personaje que llama Apolonio, un entrerriano, hecho que tiene consecuencias para su vida ya que es detenido en el penal de Villa Devoto e internado en el entonces Hospicio de las Mercedes. Esa forma la ve en bares, en la calle, conspira para que lo echen de las pensiones donde se aloja, le roba sus lápices y su violín y le arranca páginas de su biblia.
Ahora bien, otro suceso de interés, y durante ese período, es que cuando estaba en un bar de la calle Entre Ríos con un amigo le señala que enfrente, en un departamento, hay un violinista que toca todo el día su instrumento. Pronto cree que el otro le hace oír una música maravillosa, sale al balcón del primer piso donde vivía y da un concierto según lo que "escuchaba". Sus padres intervienen y a partir de aquí da comienzo un largo camino de manicomios, psiquiatras, electroshocks, medicamentos.
Asimismo una cuestión interesante y que sigue el hilo de la historia de nuestro poeta es su propio relato de que cuando era niño un perro blanco con cola negra y ojos castaños siempre lo seguía y que pensaba que quería su alma. Pero, según nos cuenta, 50 años más tarde lo reencuentra en la calle Florida echando espuma por la boca y asustando a los que por allí pasaban. También solía vestirse con camisa blanca y corbata negra color que decía era llevado en luto por su cuerpo.
Ahora bien, un episodio a notar se da en 1926 cuando viaja a París y allí, en un altillo, una vieja adivina le hace el siguiente vaticinio: Naciste una madrugada con la luna nublada. Lloraban las gallinas y los perros recitaban la lección. Detrás de la luna bostezaba una paloma. La tempestad tendrá un sol que limpiará tu cara. Cuando se retira ve una carta, un siete de espadas, angustiándose mucho y dijo: los astros están contra mí.
Por ese tiempo escribe Molino rojo, su primer libro de poemas, en 1930 publica Hecho en estampas y en 1931, Estrella de la mañana. Luego de haber sido profesor de francés, periodista, violinista, mendigo, en 1942 es internado en el Hospicio de las Mercedes de forma permanente. Muere allí de un paro cardíaco en 1970.
Pero comencemos a intentar comprender algunos de los hechos que adquieren carácter de símbolo en la obra de Fijman. Su gran preocupación era desentenderse del cuerpo y llegar a gobernarlo. Decía que al despojarse de lo corporal aparece la poesía, que es el alimento del alma. Se sentía prisionero en una esfinge que lo inmovilizaba.
"Por perder el cuerpo Dante halló la poesía que era su alma".
Contaba que una vez tuvo una visión en que se veía cabalando sobre su alma, mientras que su cuerpo, abajo, se alimentaba de lombrices. Este distanciamiento de lo corporal le hace expresar que su salvación estaba en irse bien arriba, ascender por la escala de Jacob y prenderse en los anillos de saturno, bien lejos de la tierra. Así es que llega a describir vivencias se extrema soledad y desorientación y para quien la demencia es el camino más alto y más desierto.
¿A quién llamas?
¿A quién llamas desde el camino?
tan alto y tan desierto.
Esta tendencia hacia las alturas, de desligamiento de lo cotidiano, de la sangre, que le hace decir que el cogito ergo sum era su divisa, circunstancia que es lo que se denomina racionalismo mórbido tan común en la esquizofrenia. Son interesantes los versos finales del poema V de Estrella de la mañana, donde dice:
Jamás podré seguir.
Yo me veo colgado como un Cristo amarillo
sobre los vidrios pálidos del mundo.
Allí la tendencia a la unificación de los opuestos coincide con el sufrimiento de poner en contacto, como en cruz, lo que había disociado, de aquello que hace al cuerpo y al espíritu, pero a la vez, muestra su alejamiento de lo concreto que lo ubica en la bóveda celeste, distanciado de lo terrestre.
No se le conocían relaciones amorosas ni de cercanía con mujeres a las cuales temía.
El comer y el dormir los consideraba como abominables y la existencia del tiempo era lo que impedía que los hombres fueran felices. Pensó en hacerse monje benedictino ya que en 1930 se bautizó como católico en la abadía de San Benito de Buenos Aires.
Ahora bien, esta fuga de lo perecedero, de lo temporal, de lo efímero y de lo carnal hacia un mundo de puro espíritu, provoca como compensación por parte de lo inconciente la aparición de otras presencias que parecen contradecir y balancear esta postura de huida, así dice en el poema El Otro:
Ahora el Otro está despierto;
se pasea a lo largo de mi gris corredor,
y suspira en mis agujeros,
y toca en mis paredes viejas
un sucio desaliento frío.
Recordemos la alucinación que sufre en 1921 cuando siente que una mano lo quiere estrangular y que le hace toda clase de malas pasadas. Esto lo reencuentra cuando es internado, así dice en Molino Rojo:
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas
y mi grito se enrosca en el desierto.
¡Piedad!
Luego a esta figura le llama Apolonio, un entrerriano. No creemos que se descabellado entender a este como una reminiscencia de Apolonio de Tiana quien viviera en el siglo I de esta era. Se le consideraba un sabio, vidente, taumaturgo. Instaba a no comer carne y algunos de sus seguidores lo reverenciaban como el hijo de Dios. Había estado en Egipto, Grecia, India, aprendiendo de todos los credos. Se le enjuició por sedición y hechicería bajo el mandato de Domiciano. Luego de su muerte sus discípulos dijeron que se les apareció y que había ascendido a los cielos. Así esta figura con las cualidades de numinosidad que tenía pudo haber sido un continente para encarnar al Otro del poeta.
Ahora bien, en aquel personaje se perciben en principio atributos malignos y persecutorios también va adquiriendo otros que lo hacen positivo y creador. Así es que un día se encontraba con un amigo en un bar de la calle Entre Ríos al 200 o al 300, y le señaló un edificio donde, según decía, vivía un violinista que tocaba todo el día. También ese Otro le inspira y le hace audible una música maravillosa que lo traduce como un concierto que ejecutó de noche en el balcón de su casa y con escándalo. Vemos que reaparece el significante Entre Ríos como un hilo de sentido en las diferentes personificaciones, y por lo tanto, quien tanto lo asusta y acosa también adquiere cualidades y modos de actuación positivas y lo que en el origen era solo malo ya no lo es tanto.
Lo mismo puede sostenerse de sus recuerdos con ese perro que de niño lo seguía, de pelo blanco y cola negra y que lo reencuentra en la calle Florida 50 años más tarde. Contaba que le decía: quiero tu alma. Este animal posee un muy rico simbolismo en lo que hace a lo inconciente pero también en lo mitológico, así se halla en estrecha relación con lo pulsional y lo oscuro y se muestra como guía hacia el reino de los muertos como se da en las mitologías griega y azteca. También en obras literarias como Fausto de Goethe, Mefistófeles adquiere esa forma.
Entendemos que el perro es otra de las manifestaciones de lo corporal y de todo aquello que queda fuera de su vida conciente y que era rechazado y temido. Pero a su vez, comienzan a darse intentos de integración ya que ese animal es de colores blanco y negro y que hace a los opuestos antes disociados.
El poeta mismo solía vestir con esos colores y que permite que se forje un símbolo de integración. El cuerpo rechazado tiende a retornar, primero como presencia persecutoria (intento de estrangularlo, Apolonio), pero luego van emergiendo símbolos que tienden a la conjunción y a la totalidad de lo fragmentado (violinista, perro blanco y negro, su vestimenta con esos colores).
Todo comprende un simbolismo que hace al Sí-mismo donde la paradoja es su constitución. Ello es generado en un fluir energético de lo psíquico que tiende a un desarrollo que Jung denomina Proceso de individuación. La unilateralidad es compensada por estos símbolos que posibilitan superar el conflicto. De aquí el interjuego entre el yo y el sí-mismo ya que enuncia una tendencia hacia una totalidad que conjugue los opuestos en lucha. La negación de lo corporal y de lo pulsional es la ocasión para el surgimiento de una posibilidad de curación. Pero lo que sí sería decisivo es que el yo llegue a asimilarlos e integrarlos comprendiendo su sentido y significación.
Así a pesar que la fantasía geste imágenes que se remiten a lo disociado, como aquella en que se vio a sí mismo montado sobre su alma mientras que debajo su cuerpo comía gusanos, también se da una dirección hacia la curación en la medida en que todo aquello que señala a lo más arcaico, pulsional y ligado a la tierra, los gusanos, es lo que debe ser asimilado.
La posibilidad de una compensación operando como una fuerza dinámica que fluya como destino o vocación, hace a un proceso largo y difícil que se inicia con vivencias de descenso a los infiernos. Recordemos que el primer libro del poeta y que se publica en 1926, Molino Rojo, y según cuenta el autor, le surgió el título del libro cuando vio un molino en la cocina de su casa. Este instrumento fragmenta, muele, tal como describe sus vivencias de extrañeza, de presencias extrañas, de dobles y de despersonalización que constituyen su esquizofrenia:
De mal en peor
tildaron mi locura
¡El gabán de mi ser se va pudriendo!
Ahora bien, creemos que debemos hacer alguna mención al color rojo que es tan importante en su vida y en su obra. Es el color de la sangre, de su despedazamiento, pero también de las emociones, de la pasión, de la vitalidad. No podemos dejar de mencionar el incidente que que tuvo y que el fecha en 1919, a pesar que otros lo asignan más adelante, cuando al ver un policía en la calle lo abofetea y le grita: ¡Yo soy el Cristo rojo, soy el Cristo rojo!, hecho que le significó una golpiza y un tiempo en la cárcel.
Pero ¿por qué Cristo rojo?. Si bien es clara la relación con la pasión cristiana, la referencia no deja de aludir a algo distinto y con vinculación a la situación histórico-social de esa época, ya que daban comienzo las revoluciones proletarias.
Asimismo entendemos que esa figura es también un símbolo de conjunción que tiende a unificar los opuestos que lo desgarraban. Así el Cristo rojo incluye la vida y la muerte, la entrega pero también la rebelión, lo sagrado y lo sensorial, lo pulsional, el espíritu y la materia. Es una expresión del sí-mismo como el centro regulador de la psíque que incita a una integración y transformación.
Lo que ocurre es que el poeta se identifica, es poseído y hasta tragado por aquel, no pudiendo tomar una distancia discriminadora y conciente que le posibilitaría acceder a áreas de experiencia que estaban siendo rechazadas. Ese símbolo se relaciona con aquello que buscaban los alquimista, la piedra filosofal que regenera que conlleva a los opuestos como pharmacon, es decir como remedio pero también como veneno. La imagen que promete actuar "salvadoramente", alcanzando la totalidad es ajena de manera tan desmesurada al conciente que tropieza con grandes dificultades para encontrar acogida. Es decir, que es una imagen arquetipica a priori, que en situaciones de desorientación comienza a ajercer su influjo. (Jung, 19, pág. 204.).
Así Fijman en 1927 escribe un cuento que lo titula Dos días en que el rojo es el color del mesías. Pero esta figura arquetipica toma forma en el último poema de Molino rojo donde aparece un personaje extraño de cualidades paradójicas, y así dice un fragmento de El hombre del mar:
El hombre de los ojos
atormentados
sabe todos estos secretos;
y al estrechar mi mano con la cordialidad
de las almas supremas,
me ha entregado el don de los horizontes;
me ha iniciado en las expansiones;
me ha libertado de los cuatro puntos cardinales,
y del bien y del mal;
de mi ciencia de biblioteca,
de mis pequeños sueños de orangután civilizado.
¡El, el hombre salvaje,
me derramó su olor marino
sobre mi olfato torpe que vive en las alcobas!
¡El, el hombre salvaje me ha traído la música
de las islas bienaventuradas,
y en su silencio abismal
y en sus palabras pintorescas,
alegres, puras
de una elevada, de una cómica simpatía!.
El, el hombre salvaje, el que ha reído con las olas del mar;
que ha llorado con las olas del mar;
que ha sufrido el asombro y el espanto
frente a las tempestades
que hacen y deshacen los mundos,
y destrozan ciudades y amplían las hogueras
con gritos tan rojos;
Así podemos entender que una figura que hace al sí-mismo toma expresión en los diferentes símbolos que el poeta utiliza y que conllevan características duales. Por ello es que también hay que considerar que hay una ambivalencia, ya que deja de pintar sus dibujos porque entiende que el color es demoníaco. Aquí vemos la dificultad en integrar el simbolísmo que iba emergiendo en relación a lo rojo y que teme y reprime y que por esto, devienen en vivencias persecutorias. También durante su estada en París consideraba que Artaud, a quien había conocido, padecía una locura como él, pero demoníaca. En la música encontraba ésta fuerza en Wagner y en otros compositores, expresando la disociación bien-mal que era permanente en su vida. Lo interesante es que el poeta tiene especial interés en ir explorando y tratando de encontrar una salida a ese mundo fantasmagórico.
Así en 1930 publica Hecho de estampas, en que se da un transitar por lo oscuro en busca de una luz y en ese descenso vislumbra símbolos que permitan una regeneración.
Este mi niño de risa,
en la abuelita ciega de la noche.
Toda mi carne mortal acoge la blanca limosna del misterio.
Son frecuentes los símbolos que hacen a la conjunción, a lo que de su unión resurge lo nuevo:
Oh, bodas, en tanta perfección de desnudez el gallo canta.
El niño, la boda, conforman una experiencia arquetipica que tiende a lo nuevo, lo que regenera, a lo que desde una potencialidad supera lo que desgarra y hace sufrir. Pero tampoco debemos dejar de decir que en esta obra intenta despojarse de un cuerpo que se descompone y que él entiende como corrupto. De aquí cierto alejamiento de lo cotidiano y de lo temporal.
En 1931 publica Estrella de la mañana donde lo femenino guía en ese mundo oscuro, pero ya no es una mujer carnal y bella, sino la vírgen María que como inalcanzable se muestra como un refugio de lo sexual de la mujer, que es vista como corruptora. Recordemos que decía que sino fuera por lo temporal él sería felíz, circunstancia que puede ligarse con la idea del tiempo como lo que pasa, lo que destruye y lleva a la muerte pero también como destino.
Estos aspectos son los que se hallan estrechamente ligados entre los atributos de la diosa hindú Kali, la negra, y que su nombre es de raíz común con el término kala que justamente significa tiempo. Por ello es que puede vislumbrarse una dificultad del poeta en confrontarse con una imagen de lo femenino y de lo materno que aparece como temida y donde se busca refugio en lo inmóvil y alejado de la materia.
En 1942 es internado de forma permanente, pero creemos de interés señalar que en ese año le habían robado su violín, circunstancia que no es ajena a su descompensación. La música cumplía un rol central en su vida y en su obra y pensamos que se muestra como un puente de unión entre esas fuerzas arquetípicas e inconcientes que en él se manifestaban y la realidad; con todo un mundo de sentimientos que canalizaba por ese violín, dándole un sentido de identidad. No dejamos de mencionar aquella música que el otro le hace oír y que responde al sí-mismo-masculino-paterno.
Ahora bien, no queremos concluír sin antes intentar mostrar algunas de las dificultades que se le presentan al poeta en todo este proceso que se da a nivel estético y que no llega a convertirse en proyecto vital por la asimilación conciente del simbolísmo que va emergiendo. Para esto es que nos referiremos a aquella experiencia o vaticinio que en 1926 tiene en París con una gitana y creemos que es un falso recuerdo que hace a una fantasía personal.
Así cuenta, y como antes mencionamos, aquella le dice: naciste una madrugada con la luna nublada, esto puede interpretarse como la dificultad de relación con lo inconciente y por lo tanto con lo materno, situación central en su vida, donde la mujer real casi no tiene cabida, es más, las temía.
Luego: lloraban las gallinas y los perros recitaban la lección, alusión a lo materno y a su falta de afecto y hasta de rechazo, no olvidemos que en 1906 es enviado por su madre a casa de unos parientes, en Mendoza, por dificultades económicas; también la referencia a los perros es posible comprenderla como aquello que hace a lo paterno.
Detrás de la luna bostezaba una paloma, entendemos esta ave como relativa a la mujer, al amor, ya que era en a antiguedad un símbolo de las diosas Venus y Astarté, y donde el bostezo podría aludir a la inspiración, la manifestación de la poesía y de la música y que conlleva las cualidades del arquetipo del ánima creadora.
La tempestad tendrá un sol que limpiará tu cara, así nuevamente aparece una relación con lo dificultoso del inicio, luna nublada, inconciente que asola, la esquizofrenia, pero que desde allí emerge un sol que renueva su cara, su ser.
La idea de una transformación y del renacer son evidentes. Esto se relaciona con los anteriores versos de Hecho de estampas, en que se hacía mención del alumbrar y del fuego divino. También el sol no solo sale de la tempestad, de lo oscuro, sino de la boca de la paloma que bosteza.
Ahora bien, hay un hecho que refiere Fijman y es que cuando se va a retirar aparece un siete de espadas, ahí se angustia y llega a decir: los astros me persiguen. Consideramos que aquí puede haber una clave para entender su psicopatología. Vimos antes que de la tempestad surge un sol, es decir un símbolo masculino, pero el siete de espadas también se vincula con lo viril, lo penetrante, lo que separa y mata, la conciencia y la palabra. El siete es un número que establece un ciclo, es decir alude a un termino, a una muerte que supone un rito de pasaje que lo llevaría a asumir su masculinidad, lo viril, la tierra y su destino. Pero ahí aparece el temor en no atreverse a ese tránsito y por ello los astros se convierten en perseguidores y maléficos.
El paso necesario por la espada que separa y mata pero que también vivifíca, ya que al disgregar la vieja forma puede surgir una nueva, puede aparecer la conciencia discriminadora. Asimismo es lo penetrante, lo inconciente a ser confrontado y que solo desde allí es posible asumir una personalidad auténtica. Pero esta situación se le hace muy dificil al poeta y aquí hay que señalar lo que él mismo decía, que estaba como metido dentro de una esfinge, en alusión al cuerpo.
Este ser mitológico es símbolo de la madre terrible, de aquello que inmoviliza y aprisiona y no deja ser, y la lucha contra ella y por su liberación conduciría a abandonar ese estado y conseguir aquello que se relaciona con lo corporal, lo sombrío, lo masculino, la espada, lo solar. Pero creemos que esta acción torna muy dificil ya que él mismo se descubre como un espectador que es superado por los acontecimientos de su mundo psíquico:
Perdí mi itinerario en el desierto
vivo detrás de mí mismo.
Así hay un descenso a los infiernos pero del cual no se tiene la fuerza suficiente para salir de allí.
Los diferentes símbolos de unificación que se van expresando en su vida y en su obra, en especial el Cristo rojo, son manifestaciones de la actividad psíquica que los va gestando como un intento de curación.
Esa figura que abarca lo espiritual y lo corporal, no solo plasma una vida individual sino que también se liga a lo social y donde el jugarse la vida, el afrontar la muerte como transformación, hace al destino que a cada cual le corresponde. Así la entrada en lo oscuro, después de la catástrofe que inicia su esquizofrenia, supone toda una serie de símbolos que remiten a un maravilloso misticismo, donde el renacer se torna primordial y en que aparece otro símbolo de integración, el del niño, Hecho de estampas:
Yo duermo cerca de todas las vueltas del sueño
según mi carne grita en la sombra de la beatitud de recién nacidos.
Bajo a mi oscuridad, y avanza entre mis brazos con una estrella niña.
Soplos perfectos de azul de la noche perfecta
besan las almas. (Estrella de la mañana. III).
Mundo mítico donde se penetra en lo materno arquetipico que regenera lo viejo, donde detrás de las contradicciones se busca lo universal que suprima el desgarro y detrás de la muerte la vida. Lo materno inconciente, antes devorador que aprisionaba y llevaba a la ruina y a la desolación:
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche,
mi voz es fría sucia como la voz de los muertos.
Cenas de mi soledad en hosco abatimiento;
eterno como Dios, profundo de universo,
¡He sido el más ausente, el juntador de formas!.
Pero también emerge otra faceta del arquetipo femenino y lo que arruinaba y desolaba se convierte en fecundo y que alumbra lo porvenir, Estrella de la mañana:
Estoy cubierto de soledad para las bodas
abro la puerta.
Vuelan los soles olorosos de soledad profunda;
praderas y cielos,
y lluvias de gracias sobre las praderas.
Nuestras almas son las palomas nuevas.
Antiguas puertas se han abierto.
Yo entro bajo la estrella. (XI).
Así el poeta ha conformado una experiencia con todo un mundo de símbolos donde intenta expresar una vivencia de la cual no existe un término conceptual. Le da forma a lo arquetipico y en el desgarramiento que hace a su esquizofrenia y que sufre, en el arte crea un ambiente en que son superadas y se convierten en universales. La poesía es el lugar donde puede ser, aquel centro que no encontró en su vida cotidiana. Lo femenino lunar, además, posibilita lo nuevo, lo que renace de ahí sus reiteradas referencias al niño, pero también al Cristo rojo.
Jorge Wiurnos es doctor en Psicología. La nota fue publicada en el blog de su autoría: http://reflexiones-jorgewiurnos.blogspot.com
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