lunes, 11 de enero de 2016

TEMPLARIOS, CÁTAROS, BUSCADORES DEL SANTO GRIAL: ENTRE LA HISTORIA Y LA CHARLATANERÍA

Templarios, Cátaros, caballeros del Grial 
e inspiración gnóstica

En julio de 2001, el medievalista turinés Giuseppe Sergi desde las páginas de "La Vanguardia" afirmaba: "El aprendizaje de la cultura es agotador, y muchos incultos de alto nivel social prefieren perseguir la posesión de un secreto (por ejemplo, el del Grial) a la lenta y fatigosa adquisición de la alta cultura". 

Estas palabras fueron recogidas unos días más tarde por José María Guelbenzu en su habitual colaboración en "El País" (16/VI/2001). Al acercarnos de nuevo al mundo de los templarios, los cátaros y el Grial a través de las últimas publicaciones en España sobre ellos, la observación de Sergi nos invita a la prudencia.

Entre la historia y el ocultismo, templarios, cátaros y caballeros del Grial suscitan un vivo interés. Es difícil afrontar su estudio; es imposible evitarlo. Es cierto: en este tema habitan demasiados impostores. Pero la bibliografía no deja de aumentar; es la respuesta del mercado a la inquietud de un público ansioso por lo oculto. Se escribe sobre ellos y se siguen ampliando los interrogantes, agolpándose sobre las escasas fuentes que han llegado hasta nosotros.

Dos vías de acceso

Existen dos vías de acceso para conocerlos. Una, la investigación histórica con sus limitaciones; el otro, la lectura ocultista de los iniciados. El divorcio entre ambas es palpable, tenso, fomentado por la necesidad de una distinción entre saber y palabrería. 

Abramos el libro de Malcolm Barber "Templarios, la nueva caballería", un verdadero foro crítico sobre este tema: la "fraternidad" militar creada a comienzos del siglo XII en Jerusalén por Hugo de Payns, su decidido apoyo por parte de san Bernardo del Claraval, autor de un texto encomiástico sobre ella, su rápida difusión en Occidente y Oriente, su conversión en una multinacional del dinero, su influencia en obras literarias de la importancia del "Parzival" de Wolfram von Eschenbach, su caída y desaparición cuando Felipe el Hermoso de Francia decidió abolirla, enviando a la hoguera a Jacques de Molay. 

Este itinerario otorga un contenido a la historia de los templarios a lo largo de los siglos XII y XIII; pero la cristiandad latina no estaba madura para pasar del reino del dogma al reino de la libertad. Los inquisidores dominicos y algunos papas intransigentes no se dieron cuenta de que la inmolación en la hoguera del "último templario" traía consigo el mito.

Los templarios pasaron a la clandestinidad, y eso da pie a la segunda vía de acceso, representada en este caso por los libros de Laurence Gardner "La herencia del Santo Grial" y de Michel Lamy "La otra historia de los templarios"; ambos decididos a aventurarse por unos caminos no señalizados, que Jesús Mestre califica de "fantasía" en su popular acercamiento al tema. 

Si la historia de los templarios tiene un sentido, éste está en la realidad profunda de su misión, que Gardner y Lamy se lo otorgan: a partir de su llegada a Europa, en los años treinta del siglo XII, desde dentro de la maquinaria cisterciense, los caballeros del Temple dieron el paso de más que los historiadores serios le niegan, consistente en poner en práctica los secretos descubiertos en los sótanos del templo de Salomón en Jerusalén.

Si es cierto, como cree Gardner, que la construcción de las catedrales góticas fue el producto de ese conocimiento secreto (por eso su distribución geográfica es un reflejo de la constelación de Virgo), también es cierto, dice Lamy, que ellos encontraron el modo de acceder a los inmensos caudales de plata americanos (¡sí, americanos, tres siglos antes de Colón!), y su siguiente paso consistió en acumular oro a través de su intercambio en Oriente con la plata.

El tesoro sirvió para organizar un circuito comercial, centrado en el puerto de La Rochelle, y que llevaba las riquezas hasta la sede central, con el fin de proseguir en la búsqueda de su Grial: un orden político dominado por la fraternidad universal.

La inspiración gnóstica

Seguramente fue esta disposición a favor de la fraternidad universal lo que acercó los templarios a la cátaros del sur de Francia, un grupo religioso de inspiración gnóstica, que recuperaba viejas ideas dualistas de los bogomilos, con el fin de situar a sus "puros" en el camino de la perfección.

Nada les fue reclamado por los inquisidores con mayor acrimonia que esa búsqueda, que ambos vincularon a la imagen del Grial, convertido en el símbolo supremo de su vida. Para incrementar aún más sus vínculos, Wolfram von Eschenbach situó el castillo del Grial templario en Munsalvaesche, en los Pirineos, que Otto Rank y los suyos se apresuraron a identificar con el castillo cátaro de Montsegur. 

De ese modo el sueño de un "país cátaro" se fue abriendo paso gracias a un hecho extraordinario: la resistencia de los feudales y los cátaros al Reino de Francia, representado en Simón de Montfort, agente de los reyes de Francia, Luis VIII y su esposa Blanca de Castilla. Resistencia de un orden religioso, social, cultural, político, con sus propias señas de identidad, sus propios intelectuales, los trovadores, una idea que difundió René Nelli, y sus lugares de culto, como la montaña de Bugarach.

En la construcción perfecta de ese "país cátaro", hoy centro de un turismo de masas en constante aumento, las relaciones entre cátaros, cultura trovadoresca, aire mistral y resistencia a Francia forman un mismo conjunto. Poco importa que eso no esté demostrado, y que los expertos en el tema (J. Berilos o F. Zambon) reclamen una revisión a fondo de este estereotipo, pues lo importante es que se ligue al ocultismo, que la historia académica tiene el interés de mantener en silencio.

René Weis se dio cuenta de ello leyendo la obra de Emmanuel Le Roy Ladurie "Montaillou", y dedicó unos años a reconstruir el itinerario de un grupo de cátaros de ese pueblo pirenaico a diversos lugares de Europa. "La cruz amarilla" es el resultado de esa larga investigación, un libro mitad novela, mitad ensayo, mitad crónica erudita, centrado en narrar lo que les pasó a un grupo de cátaros en su viaje hacia el exilio.

Pero semejante paraíso espiritual no podía perderse así como así: era preciso recuperar la "gnosis" en la tierra cátara, una labor a la que puso todo su empeño (y su fantasía) el pastor protestante de la región de Ariège, Napoleón Peyrat, autor de un "Historie de l'albigeois" en tres volúmenes que hizo la delicia de una mujer atormentada por la situación obrera de su tiempo, Simone Weil, quien en 1942, en una carta a Deodat Roché, esbozó lo que sería la versión "moderna" del fervor cátaro, que cautivó a talentos tan disímiles como Jung, Jonas, Cioran, Eliade, y a través de ellos al ocultismo modernista afincado en Barcelona.

Umberto Eco se ríe a carcajadas de esas aventuras espirituales en sus dos últimas novelas, "El péndulo de Foucault" y "Baudolino", donde se satiriza sin piedad la invisible red del ocultismo sobre templarios, cátaros y el Grial. Humor y tristeza. A veces los lugares comunes pueden más que la auténtica realidad. Los buscadores de tesoros saben de esa pasión y, como los personajes de una reciente película, regresan siempre al lugar de sus fechorías.

FUENTE: La Vanguardia - Julio 2007 



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