miércoles, 13 de julio de 2016

EL SUFISMO: LOS CAMINOS HACIA DIOS

LA CIENCIA DE DEJAR DE SER (I PARTE)
Una descripción del sufismo y de algunas de sus escuelas 
por el Sheikh Ragip Frager
 
Los Senderos del Sufismo
Sufismo es un sendero espiritual que nos puede llevar desde cualquier lugar en que ahora estemos a la unión con el infinito. Se dice que existen actualmente tantos caminos hacia Dios como criaturas vivientes. Dentro de la Tradición Sufí podemos distinguir al menos cinco caminos. Cada camino atrae a un gran número de personas. Existe el sendero del corazón, el sendero de la razón, el sendero de la comunidad, el sendero de la remembranza y el sendero del servicio. Cada uno de lo senderos ha desarrollado sofisticadas prácticas y una rica literatura basada en centurias de experiencia directa.



 
El Sendero del Corazón
 
Tal como comentábamos anteriormente, la apertura del corazón es uno de los elementos esenciales del sufismo. La Devoción por Dios es una de las prácticas principales y básicas del sufismo. Esta Devoción está reflejada en la cálida poesía mística de Rumi y de muchos otros grandes poetas sufíes. Rumi nos recuerda el poder del amor:
 
"Desde que he oído la palabra Amor
he pasado mi vida, mi corazón,
y mis ojos en ese camino.
Acostumbraba a pensar que el Amor
y el Amado eran diferentes.
Ahora ya sé que son lo mismo".
 
Los sufíes aprenden a amar a su Shaij, amar y servir a sus hermanos y hermanas. Ellos aprenden a amar al Profeta y a todos los grandes maestros espirituales. Cuando yo me inicié como derviche, mi maestro me decía que para ser un derviche tenía que amar a Moisés y a sus enseñanzas más que los mismos judíos y tenía que amar a Jesús y a sus enseñanzas más que los mismos cristianos.
 
Años atrás, cuando el Shaij Muzaffer (ra) y un grupo de derviches estaban visitando París, fueron invitados a realizar oraciones islámicas en una de las más grandes catedrales. Después de ello, el Obispo les dijo: “Yo les he dejado hacer sus oraciones en mi catedral. ¿Me dejarían Uds. dar misa en una de las grandes Mezquitas?”. Shaij Muzaffer le respondió inmediatamente: “¡Por supuesto que no!”. El prelado se estremeció por la aparente desigualdad en el trato, pero el Shaij Muzaffer prosiguió: “Yo tengo el derecho de rezar en su catedral porque amo a Jesús, pero Ud. no puede rezar en nuestras mezquitas porque Ud. no ama a Muhammad (swas)”.
 
El Sendero de la Razón
 
Además de la inspiración de los poetas y amantes, la tradición sufí ha sido enriquecida por la sabiduría de grandes intelectuales y sabios.
 
También es cierto que los sabios del sufismo aprendieron a acceder a una más profunda sabiduría y obtuvieron una inteligencia más completa que la inteligencia del promedio de los intelectuales. Los sufíes dicen: "El erudito que no pone en práctica lo que ha aprendido es como un burro cargado de libros. Los libros cargados por un burro no pueden transformar al animal y tampoco pueden transformar el conocimiento que está en la cabeza del erudito".
 
Un estudiante, después de acabar su educación, viajaba de regreso a casa llevando con él sus preciosos libros y las notas que había tomado durante sus años de estudios. Él y sus compañeros de viaje fueron interceptados por una banda de ladrones. Los ladrones miraron las pertenencias de cada uno y tomaron lo más valioso. Cuando encontraron los libros y las notas del estudiante fueron a arrojarlos al fuego. "Deténganse" -gritó-, "esos papeles no son valiosos para Uds., pero para mí representan años de estudio y aprendizaje". El jefe de los bandidos se sonrió y dijo: "Si tu aprendizaje puede ser perdido tan rápidamente entonces no es realmente muy valioso". Él entonces procedió a quemar los libros y los papeles. El estudiante se dio cuenta de los límites del conocimiento adquirido a través de sus preciados libros y siguió su camino hasta transformarse en un gran maestro sufí.
 
La verdadera sabiduría se encuentra al aprender algo bien y aplicar lo que uno ha aprendido. Así un pobre derviche llegó una vez a un maestro de la lengua árabe. El maestro no tenía aula, se sentaba frente a una pared y escribía sus lecciones con una tiza en ella (los pizarrones no habían sido inventados aún). El derviche le preguntó al maestro si podía aprender a leer y a escribir. Le explicó que había crecido en una pobre familia y nunca había tenido dinero suficiente   para enfrentar los gastos de un maestro mientras crecía. Impresionado con la sinceridad derviche, el maestro le ofreció lecciones gratis. Él dibujó una línea vertical sobre la pared y le explicó: “Ésta es la letra Alif, es la primera letra del alfabeto”. El derviche lo saludó y agradecido al maestro se retiró. El maestro sorprendido pensó que esto sería un largo proceso. Usualmente él daba la mitad del alfabeto durante la primera lección.
 
El derviche no regresó al próximo día, ni al siguiente, ni a la siguiente semana. El maestro de árabe pensó que el derviche había renunciado a las lecciones y, con el tiempo, se olvidó de él. Meses después el derviche volvió al maestro y con los ojos iluminados por una luz interior y con una profunda reverencia le dijo que estaba listo para la próxima lección. El maestro pensó: “Esto es absolutamente imposible, nunca conseguiremos ir a través del alfabeto a este ritmo”. Pero todo lo que le dijo al derviche fue: “Muy bien, veamos la primera lección, escribe la letra Alif en la pared”. El Derviche escribió la letra Alif y la pared se derrumbó.
 
Esta historia es un hermoso recordatorio para nosotros. Existe mucho más sentido en lo que a veces aparenta ser un simple comienzo, y generalmente no nos damos cuenta.
 
También el secreto del progreso espiritual está en la maestría de lo que aprendemos más que en la cantidad que aprendemos. Lo importante es la calidad.
 
FUENTE: TRADICIÓN PERENNE N°9

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