martes, 26 de julio de 2016

A 15 AÑOS DE LA PASCUA DEL PADRE OBISPO JORGE NOVAK

15º ANIVERSARIO DE LA PASCUA
DEL PADRE OBISPO JORGE NOVAK
Homilía de monseñor Carlos José Tissera, obispo de Quilmes en la misa por el 15º aniversario de la Pascua del Padre Obispo Jorge Novak (8 de julio de 2016) 

“Lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre ha hablará en ustedes” (Mt. 10, 19-20)


Hermanas y hermanos: 

A quince años de la pascua de nuestro querido “Padre Obispo Jorge Novak: Apóstol de la misericordia y constructor de una Patria más justa y fraterna”. Reunidos en torno al altar donde él inició su ministerio episcopal hace cuarenta años, y en el lugar mismo donde reposan sus restos, ha sido proclamado el Evangelio. Seguramente estas palabras de Jesús resonaron más de una vez en su corazón de profeta, discípulo misionero de Jesús. El Maestro anuncia a sus discípulos las situaciones conflictivas que afrontarán, porque el mensaje del Evangelio no siempre es bien recibido, despierta toda clase de resistencias en las personas aferradas al mal y a sus proyectos mezquinos. Los discípulos deben reconocer que son como ovejas en medio de lobos; deberán estar atentos para no responder al mal con el mal; han de ser astutos como serpientes y sencillos como palomas. El Padre Obispo, en más de una ocasión, manifestó su disposición a dar la vida en momentos en que la vida de sus hermanos estaba amenazada de tantas maneras. La fidelidad a Jesús, Buen Pastor, lo llevaba a identificarse con sus sentimientos. “El buen pastor da la vida por sus ovejas”. 

Estamos hoy aquí, reunidos como familia diocesana, como hijos a los que el Padre Obispo enseñó a dar los primeros pasos como Iglesia particular de Quilmes. El clima familiar se hace más patente al contar hoy con la presencia de los hermanos del Padre Obispo Jorge: Teresa y Tarsicio Novak, acompañados por sus familiares. También la presencia del segundo obispo de Quilmes nos hace cercanos a nuestro primer pastor. Cuánto más nos alegra que uno de los sacerdotes ordenados por nuestro primer pastor, hoy sea el obispo de La Rioja, el Padre Obispo Marcelo Colombo, hoy nos esté acompañando en este sentido recuerdo. 

Como en toda familia, cuando nos juntamos para hacer memoria de los mayores, naturalmente brotan de los corazones agradecidos los recuerdos, las anécdotas y palabras. Y las vamos transmitiendo de generación en generación. Los más jóvenes preguntan; los mayores se emocionan y mientras corre el mate, corremos a buscar una foto, mostramos un recuerdo, releemos una carta amarilla… en fin, hacemos presente la vida de los que nos precedieron, que está presente en sus legados, en las instituciones que forjaron. Así lo hace la Iglesia con sus mártires, sus misioneras, misioneros y pastores. 

Por eso, desde esta misma Cátedra que el Padre Obispo Jorge ocupó por casi veinticinco años, quiero que sea su palabra la que llegue a nosotros en esta tarde de recordación. Su báculo, aquí a mi lado, hará más patente su presencia espiritual. 

Esta semana, en una visita a la Universidad de Quilmes, reunido con el Rector y algunos beneméritos profesores, la Lic. Luisa Ripa Alsina trajo a colación la magnífica disertación del Padre Obispo Novak con ocasión de su nombramiento como Profesor Honorario (22/03/1996) 

En esa ocasión inició su ponencia con las palabras con las que inauguró la primera cátedra de Derechos Humanos en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (abril de 1985): 
“El 19 de septiembre de 1976 fui ordenado Obispo de la recién creada diócesis de Quilmes. No sospechaba en aquel momento que muy pronto me encontraría con un mundo insospechado de familias afectadas visceralmente por atroces dolores espirituales. Familias, en cierta medida, moralmente proscritas en nuestra propia patria. 
Mi visión de la realidad humana hubo de cambiar forzosa y rápidamente. Hasta entonces tenía mi propia opinión de los hechos, pero basada en una información insuficiente y deteriorada. Cada grupo familiar que trasponía los umbrales de mi oficina me comunicaba, a modo de ósmosis misteriosa, su carga de dolor y de angustia, reclamando comprensión, solidaridad, acción consecuente. 
Comprendí entonces cabalmente, a partir de estos diálogos que llenaban las más de las páginas de mi libro de audiencias, que la historia tiene una superficie engañosa y una profundidad lacerante. Comprendí que sólo quien desciende decididamente a bucear en los abismos del dolor provocado en la historia por la injusticia y la prepotencia, para compartirlo y para regenerarlo, adquiere en plenitud creciente su propia dimensión humana. 
En mi caso personal, valoré debidamente el axioma pastoral: El hombre es el camino primero y necesario de la Iglesia. En esta experiencia vi claro que, sin actitudes sinceras con la situación de la familia argentina (la desaparición de personas; la destrucción premeditada de los centros de producción por los instrumentos de mezquinos intereses multinacionales; el hambre y la guerra…), me haría connivente y cómplice del mal en sus múltiples expresiones. Fue un aprendizaje duro y eficaz, con la pedagogía sencilla de descubrir la verdad de los hechos; indagar en sus causas profundas; y asumir sin pérdida de tiempo, sin temor al peligro, sin cansancio a la entrega, la defensa y promoción de la dignidad de la persona y de la familia, reclamando la plena vigencia de los derechos humanos inalienables”. 

No dudo que es una página dorada, no sólo de la historia de nuestra familia diocesana y latinoamericana, sino también de la bicentenaria Patria argentina. 

“Padre Obispo Jorge Novak: Apóstol de Misericordia y Constructor de una Patria más justa y fraterna” 

Sus largos años recorriendo y velando por este sur este del gran Buenos Aires, entregándose en su servicio pastoral, al modo de los grandes Padres de la Iglesia, a quienes él no sólo estudió sino que siempre buscó encarnar sus enseñanzas, generó en las hermanas y hermanos un modo sincero y cariñoso de tratarlo, llamándolo Padre Obispo. Para el pueblo fue un verdadero padre. En el marco del Año de la Misericordia, hoy lo recordamos como “Apóstol de la Misericordia”. Como recién escuchábamos su confesión, la historia de este pueblo que le tocó pastorear, fue modelando ese corazón de padre y apóstol de la misericordia. El Espíritu Santo fue “diciéndole lo que tenía que decir y hacer”. Lo fue configurando como un buen pastor. 

Sigamos escuchando sus emotivas palabras; esta vez, en una carta pastoral escrita hace este mes 30 años atrás, en los 10 años de la creación de la diócesis, el 25 de julio de 1986. 
“Quiero compartir con ustedes mis preocupaciones por lograr, en este vasto esfuerzo renovador, una perfecta sintonización con el Evangelio. No podemos olvidar que Jesús se presentó en público con estas palabras programáticas: “Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres…” (Lc. 4, 18). Pablo se hace eco, y en él brilla la tradición apostólica: “Hermanos tengan en cuenta quiénes han sido llamados; no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles…” (1 Cor. 1, 26) 
En agosto de 1985 recorrí aún durante la semana, varias comunidades que en junio había sido víctimas de la terrible inundación que todos llevamos bien grabada en la memoria. El domingo 25 de ese mes, por la tarde, pasé en dos capillas mi última jornada intensa. Ignoraba entonces que en contados días quedaría, aunque en forma transitoria, totalmente discapacitado. 
Pasé horas imborrables la tarde de ese día del Señor. Las recientes lluvias hacían difícilmente transitables las “veredas” y apenas se podía dar con algún lugar por donde cruzar las calles. Compartí con las familias que acudieron a los dos centros de oración la Eucaristía, los alimentos, la vida. Una vida compenetrada de angustias, en la que la Iglesia aparecía en su plena y cabal misión de humilde servidora. 
Al llegar al pavimento me insistieron en entrar en una casa, para limpiar mis zapatos, a los que el barro se había pegado abundantemente. Mientras circulaba el mate, me dejaron en perfectas condiciones el calzado. Era medianoche cuando, en Camino Belgrano, totalmente a oscuras, tomé el colectivo para ir a Quilmes a descansar.  
No me costó mucho, mientras repasaba esa tarde y las similares del mes de agosto, sacar un par de conclusiones. Me decía: “Yo siento el agua y el barro y las emanaciones malolientes de curtiembres y otras industrias de vez en cuando. Estos hermanos sufren en forma permanente estos inconvenientes. ¿Quién se acuerda de ellos en forma seria? ¿Quién se acerca para promover la dignidad de hijos de Dios que palpita en el buen corazón de estos vecinos? 
Si el Señor me hubiera llamado pocos días después, dando por terminado mi ministerio episcopal, no habría dejado de alegrarme el hecho de pasar el último domingo, en plenitud fuerzas, con los hermanos que tanto han sufrido y siguen sufriendo. Pero no habría sido menos cierto que por el par de zapatos embarrados que yo presentaba tímida y filialmente al Padre Dios, Él me habría desviado la vista a miles y miles de pies que se cubren continuamente de polvo o de barro al salir de su casa y al volver a ella. Son los pies del trabajador camino a la fábrica; los del niño y adolescente rumbo a la escuela; los de las mamás que enderezan el paso a cumplir tareas domésticas para poner sobre la mesa el pan que el marido imposibilitado de conseguir trabajo no llega a ganar para los hijos. 
¡Se impone constantemente el examen de conciencia! No basta una bella formulación de priorizar pastoralmente al pobre. ¡Hay que actuar con sencillez y humildad, pero también con urgencia y valentía!: Cobra actualidad la palabra profética: “Se te ha indicado, hombre, lo que es bueno y qué exige de ti el Señor; nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios” (Miq. 6, 8)

Esta verdadera confesión de nuestro primer pastor no muestra el alma de un Apóstol de la misericordia. Su ministerio estaba tejido con obras de misericordia, corporales y espirituales. 

“Padre Obispo Jorge Novak: Apóstol de Misericordia y Constructor de una Patria más justa y fraterna” 

Nuestra Iglesia diocesana, que cumple sus cuarenta años, como lo decía el Padre Obispo Jorge, nació en un momento muy crítico y doloroso de la historia del país. Este “árbol” familiar ha echado sus raíces en una tierra que en esos años era regada con sangre de hermanas y hermanos que soñaban una patria más justa y fraterna. El pasado 4 de julio recordamos los cuarenta años de la masacre de los cinco Siervos de Dios Palotinos. “Juntos vivieron; juntos murieron”… El próximo 4 de agosto, el asesinato del obispo de La Rioja, Mons. Enrique Angelelli. La presencia hoy del Padre Obispo Marcelo Colombo, hace más vivo este recuerdo. 
¿Qué decía el Padre Obispo Jorge, a diez años de la muerte de Angelelli? 
“Los diez años trasnscurridos desde la inmolación de Monseñor Angelelli, han ido llevando su trayectoria episcopal al plano de los grandes testigos del Evangelio… La Iglesia en la Argentina ha de ver en él al fiel seguidor de Cristo, al obispo obediente al Concilio Vaticano II y gozoso realizador del proyecto pastoral madurado en Medellín. 
Con respecto al amor a los pobres, se expresó Mons. Angelelli en altos términos, en su homilía radial del 1º de agosto de 1971, recomendando la colecta “Más por menos”: “Dios no ha hecho al hombre para la miseria. Es una injusticia social. La comunidad cristiana es responsable de los pobres. Comenzando por sus jefes, debe tener el corazón abierto a sus sufrimientos. Los pobres son el sacramento de Cristo; en el misterioso humanismo y en la sociología de Jesús, Él está encarnado en cada hombre doliente, en cada hambriento, enfermo, desnudo o encarcelado. Por eso la Iglesia honra a los pobres, los ama, los defiende, se solidariza con su causa… El verdadero pobre experimenta desde su interior la necesidad de Dios y de los otros hombres. El pobre verdadero es capaz de brindar su vida a los demás en actitud de servicio y con amor verdadero, no fingido”. 
Y el Padre Obispo Jorge sigue diciendo: “Quisiera que esta carta pastoral sea entendida como un sencillo homenaje a la venerada y grande memoria del Obispo Angelelli, con ocasión de los diez años de su trágica muerte, que muchísimos, con perspicaz intuición, interpretaron como prepotente asesinato de un estilo de autoridad ideologizado por la Seguridad Nacional… Mi sencillo homenaje a su excelsa figura de pastor lleva explícito el propósito de una mejor dedicación de mi persona a la evangelización de los pobres”. 

“Padre Obispo Jorge Novak: Apóstol de Misericordia y Constructor de una Patria más justa y fraterna” 

Novak soñó una Patria más justa y fraterna; pero no sólo soñó, dio la vida por ella en su misión de pastor, como lo hizo el obispo Angelelli. Queremos dar gracias a Dios por estos pastores, hoy particularmente por nuestro Padre Obispo Jorge Novak. Que su presencia en nuestro caminar nos ayude y enseñe a servir a los hermanos, con sencillez y corazón dispuesto. Su vida entregada nos compromete a anunciar la alegría del Evangelio y a comprometernos en la causa de los más humildes, que hoy viven momentos de inquietud y sufren las injusticias de la inequidad. Necesitamos sentirnos hermanos en una casa que es de todos y no de unos pocos. Donde las políticas contemplen las necesidades de los más pobres y frágiles, y no sigamos alentando políticas de descarte y exclusión. La fe cristiana, que alentó a los congresales de Tucumán, nos abra a un diálogo sincero buscando el bien común. Como en una familia, los que más pueden y tienen han de velar por los más frágiles y sufrientes. Esos son los sentimientos de nuestro Papa Francisco expresados en una carta enviada hoy al Pueblo Argentino, que se leerá al finalizar, antes de cantar el Himno Nacional. 

Aquellos congresales tenían pensamientos distintos; pero pensaron en grande, buscaban el bien de todos; dieron la vida por esa causa. Como la dieron Güemes, Belgrano y San Martín. Por ello, a horas del Bicentenario de la Declaración de la Independencia, con nuestro corazón latiendo junto a todo el pueblo argentino y haciendo memoria de aquellos congresales del 9 de julio de 1816, reunidos en aquella Casa Histórica de Tucumán, decimos: Argentina, canta y camina.. 

Al decir del recordado obispo Angelelli: “Hay que seguir andando… nomás” 

                                                                              Mons. Carlos José Tissera
                                                                                   Obispo de Quilmes


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