LA NÂR (EL FUEGO)
La cosmovisión islámica se
refiere al fuego como aquello que consume al ser humano en sus entrañas.
Aquello que le lacera por dentro y le hace vivir en un infierno. Se considera
lo contrario al Jardín (la ÿanna).
Aunque Al-lâh sólo amenaza con la nâr por
las acciones, a veces las intenciones o pensamientos se vuelven contra uno
mismo quitando la paz y eso puede provocar un incendio en el corazón. Incluso,
el Corán da varios nombres para definir diversos tipos de fuego a que se verán
sometidas las entrañas de los seres humanos.
La nâr es ese ardor terrible e
insoportable que siente quien es arrebatado del lugar donde era feliz y se le
obliga a cumplir temporalmente la condena del fuego.
A diferencia de otras
tradiciones, en el Islam el castigo del fuego no es para siempre en todas las
ocasiones. Puede que se trate solo de un fuego depurador.
El supuesto
“infierno” a veces se convierte en una especie de “purgatorio”, para que
algunos de los que tienen que sufrir la nâr sean devueltos después al Jardín.
En cambio, en el caso de la ÿanna sí que hay consenso entre los intérpretes del
Corán de que los justos permanecerán allí infinitamente.
Pero el término nâr
también posee connotaciones no necesariamente dolorosas como: luz, brillo,
fulgor, llama.
Refiriéndose a Ibrâhîm, el Corán habla de un fuego que no quema,
que se hace fresco para él.
Curiosamente deriva de la raíz N-W-R y la palabra
nûr: luz, resplandeciente, claridad, cuerpo luminoso, son de su familia. De
hecho, la transformación es sutil y ocurre entre el “âlif” que es la “a”
y la “waw” que es la “u”.
Estas letras son llamadas –junto con la “ya”- letras
dulces y tienen la característica de ser muy cambiantes y transformadoras. La
luz (nûr) es un fuego (nâr) que no quema, o el fuego (nâr) es una luz (nûr) que
ya no crea vida sino que la destruye.
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