PATRIA INTERIOR
A los manes que nos precedieron en el viaje
No hay beatitud más grande
Que el haberlos conocidos, almas queridas que partieron.
El paso de los años las hace más cercanas:
En el soplo de vida que infunden,
Por la prudencia que masticaron
con dientes de piedra,
Por la templanza
que forjaron a golpe de martillo,
En los recuerdos redivivos
que aletean junto a las ventanas cada tarde.
Sobre los hombros del dolor,
Anchas espaldas pacientes,
Nos protegieron,
dieron al viento de la calle,
al susto de la noche,
al andar agitado,
(esas veredas, esas baldosas -cada una un mundo-
con sus resquebrajaduras, retículas blancas, guardas ocres,
hilos de agua, pigmentos de acero y musgo).
Los invoco y llamo:
Luis, Donato, Ramón, Juan, Jacinto, Enrique,
Angel, Cholo, Leonardo...
Para que el viento que los trae y lleva,
Golpee furiosamente mi corazón adormilado.
Sí, los presiento, manes agrarios
de la patria interior que me arrebata,
Arcadia feliz,
tierra abisal de ira
donde brota el héroe,
el santo,
el loco,
el nómade.
Corazón: escúchalos y arde.
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