VIDENTES: MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES
por Dr. Claudio Benski - Ctro. Francés para el Estudio de los Fenómenos Paranormales
El Dr. Claudio Benski es licenciado en Física de la Universidad de Buenos Aires y doctorado en la misma disciplina de Brandeis University. Reside en Francia desde hace 20 años, donde trabaja y ejerce docencia en el tema de la fiabilidad de sistemas y estadística. Es Secretario General del Centro Francés para el Estudio de los Fenómenos Paranormales, corresponsal de El Ojo Escéptico en Francia y Miembro Consultor del CAIRP. Ha dado espectáculos de magia en Francia, Austria y Estados Unidos, generalmente con el objeto de demostrar las técnicas más corrientes utilizadas por los charlatanes y otros abusadores de la credulidad humana.
En esta nota se analizan riesgos y conclusiones apresuradas que se pueden cometer realizando un incorrecto análisis estadístico de lo probable y lo imposible. Las leyes verosímiles son reglas muy rigurosas. Antes de incluir un suceso en la categoría de milagro debe considerarse que el resultado bien puede ser puramente casual.
Es muy tentador para un observador escéptico lanzarse sin demasiadas precauciones en el juego de testear videntes y adivinos. Es verdad que un gran número de estos personajes ha sido sorprendido usando técnicas clásicas de prestidigitación para impresionar a sus espectadores. Sin embargo, trataremos de mostrar que también existen problemas estadísticos que no son despreciables (1).
Supongamos que un vidente pretende poder predecir un evento futuro. Este tipo de predicciones abundan en revistas y periódicos. Muy a menudo, se tratará de eventos suficientemente generales del estilo "habrá inflación", o bien "un terremoto ocurrirá en Italia". Lo sorprendente sería lo contrario. Son eventos con alta probabilidad de ocurrir. Existen también predicciones menos generales que éstas, como por ejemplo, "un accidente de aviación ocurrirá sobre la ciudad de Chicago". Supongamos que durante el año para el cual se ha hecho esta predicción, ocurra un accidente pero en otro lugar de los Estados Unidos. Es evidente que este fenómeno no puede considerarse como una prueba de los poderes del vidente. Los accidentes de avión sobre el territorio norteamericano no son tan raros y transformar ligeramente la predicción original cambia por completo la interpretación que podemos asignar a esta profecía.
Otro tipo de consideración interesante consiste en examinar los mayores eventos significativos que han ocurrido durante el año y que no han sido predichos. Por ejemplo, ningún vidente francés ha sido capaz de prever la caída del muro de Berlín ni la guerra del Golfo. Más aún, interrogados en el mes de diciembre de 1990 sobre esta eventualidad, todos aquellos que fueron citados por la prensa estimaron que no habría guerra!
Nuestro centro, así como el CSICOP en Estados Unidos y otros muchos en el resto del mundo, han elaborado protocolos para testear el poder que pudiera tener un pretendiente a título de vidente. En estos test los principios de base son sencillos:
1) Poder estimar matemáticamente la probabilidad de que el candidato acierte por azar su predicción. Si esta probabilidad es baja, por ejemplo una chance sobre diez mil, no correremos demasiado riesgo de declararlo vidente erradamente. Este riesgo es conocido como riesgo de segunda especie.
2) El riesgo de primera especie debe ser estimado por el vidente mismo: es dado por la probabilidad de que, siendo él un "auténtico" vidente, fracase en su test. Sólo debe efectuarse un test sobre un sujeto que se preste al experimento habiendo afirmado que éste está perfectamente a su alcance. No se aceptan "ondas negativas" o argumentos como "hoy no es mi día". O puede, o no puede. Si no está seguro, que vuelva en otra oportunidad, cuando sí lo esté.
3) El riesgo de tercera especie, bastante menos conocido que los dos primeros, ha sido sugerido hace muchos años (2). Se trata del riesgo de dar la respuesta correcta a una pregunta errónea. En efecto, supongamos que nuestro vidente utilice técnicas de prestidigitación sin que nos apercibamos de ellas. Pensando responder a la pregunta "tiene el sujeto auténticos poderes de videncia", dejaremos sin respuesta la determinación de la honestidad de éste (3).
Es con el propósito de determinar lo más precisamente posible estos riesgos que magos y profesionales de la estadística se han asociado en la elaboración de los protocolos mencionados más arriba. Para ilustrar el problema, permítaseme evocar una experiencia personal reciente.
En un programa en el canal 5 de la televisión francesa, intitulado "La videncia existe", participé en un debate sobre este tema en calidad de escéptico. No menos de diez videntes y unos cuarenta clientes de estos últimos asistían a dicha emisión. Seis de los participantes, entre los cuales me contaba yo, estaban en el podio. El resto en un pequeño anfiteatro. Después de haber escuchado todo el bien que hacen los videntes a la sociedad a través de sus poderes, durante quince minutos, me tocó intervenir.
Naturalmente, tenía preparado mi sobre cerrado conteniendo el nombre de una ciudad (Tokio) y el nombre de una carta (el 6 de pique). Propuse a todos los videntes que quisieran participar en el experimento decir el nombre de una ciudad y de una carta. El vidente que acertara ambas cosas sería un candidato a un test formal a realizarse por nuestro centro con un premio de 100.000 Francos, unos veinte mil dólares, en caso de éxito.
La mayoría rehusó diciendo que faltaba la relación personal, que este "jueguito" no servía para ayudar a nadie y que, de todas maneras, si fracasaban, eso no probaría nada. Con todo, tres videntes profesionales aceptaron el desafío. Mi cálculo era que, para la carta había una chance sobre cincuenta y dos de adivinar y, para la ciudad, una chance sobre doscientas. Esta última estimación resulta del número aproximado de ciudades que una persona recuerda.
Por supuesto, podría haber elegido Calamuchita o Necochea. Resultado: ningún vidente adivinó la ciudad. Uno, propuso dos ciudades francesas. El segundo, no quiso revelar su predicción y prefirió anotarla en un papel que controló el animador de la emisión. El último se limitó a generalidades del tipo "veo que es una ciudad con agua y castillos" (todas las grandes ciudades están construidas cerca del agua por razones obvias y Tokio no es particularmente conocida por sus castillos). En cuanto a la carta, un vidente dijo que era el seis de trébol. El segundo, como siempre, no quiso anunciar que se había equivocado y el tercero, después de decir que "sentía que era roja", afirmó que probablemente fuera un corazón. Si tomamos exclusivamente la primera persona, una señora muy segura de sí, podría decir que "algo" acertó. ¿Podemos decir que, aunque sea parcialmente, hay "evidencia de la videncia"?
Si tomamos solamente el paquete de cartas, la probabilidad de que ninguno de los tres videntes acierte ni el número ni el palo de la carta será aproximadamente 3%. O sea que estamos casi seguros, 97% de confianza, de que algo, alguien va a acertar. Nótese que esto es muy diferente de la probabilidad de acertarle por casualidad tanto a la ciudad como a la carta. Esta probabilidad se puede estimar en una chance sobre algo más de diez mil, exactamente 10.400, si la hipótesis sobre las doscientas ciudades mencionadas anteriormente es válida.
La conclusión del animador del programa fue, como imaginarán, que si bien los videntes fracasaron en el test estricto, no se puede negar que la videncia es un fenómeno útil pero que no siempre funciona. De más está decir que ésta no es la conclusión que puede sacar un escéptico o científico. Mi conclusión es que la videncia, si existiera, no fue puesta en evidencia y que, exceptuando el hecho de alimentar programas de televisión y los bolsillos de los charlatanes, su función social es más que dudosa.
BIBLIOGRAFÍA
1) Diaconis, P y Mosteller, F., Methods for Studing Coincidences, Journal of the American Statistical Association, 1984, Vol. 84, pp. 853-861
2) Kimball, A. W., Errors of the Third Kind in Statistical Consulting, Journal of the American Statistical Association, 1957, Vol. 52, pp. 133-142
3) Benski, C., Testen Paranormaler Behauptungen, Skeptiker, 1990, Vol. 4, pp. 15-19.
FUENTE: EL OJO ESCÉPTICO
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