Él que hizo de la noticia el centro de su vida era prisionero de sus captores y el silencio cómplice de sus pares.Los periodistas que lo acompañaron tantos años agradecidos por su generosidad a la hora de garpar los sueldos o tener miramientos personales apuraban el paso para distanciarse del vinculo que los unía con aquel hombre de trato diario. El religioso pensó que un ámbito para sopesar los pasos a seguir eran claves.
La DAIA se negó a sacar una solicitada pidiendo por su libertad en Clarín, argumentaron, ¨y si hizo algo, hay que esperar¨. Lo mismo opinaron de tantos secuestrados de la colectividad. Descorazonado pero no vencido, salió convencido a consultar con el Director del Buenos Aires Herald, Cox.
Ese dialogo lo convenció, tenés que ayudarlo. Una tarde de invierno se dirigió con la fuerza y convicción que alimentaron toda su vida y que desplegó en estas pampas, llegó al Departamento Central de Policía, pidió ver al preso. Se sentó, frente al detenido extendió el brazo, y le entregó el antiguo testamento como saludo.
En la primera hoja el Rabino Meyer le escribió a Timerman: "este libro que salvó a nuestro pueblo ahora te va a salvar a vos".
A esta hora donde ya varias estrellas alumbran en las horas del Pesaj, un recuerdo a un hombre que ayudo a muchos a vivir mejor. El recuerdo para Marshall Meyer.
Leo Cofré. Periodista.
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