El silencio de Dios
Mateo 1, 16. 18-21. 24. ¿Por qué Dios guarda silencio? José vivió, junto con María y Jesús, el misterio del silencio de Dios.
Autor: Miguel Esponda Sada Fuente: Catholic.net
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, como era justo, no queriendo ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado.
Oración introductoria
Dios mío, yo he sido pensado, querido y amado por ti. Tengo un papel personal en tu plan de salvación, que no quiero defraudar. Por eso, cuando me asalte el desánimo, que piense en la fe de José; cuando me invada la inquietud, que piense en la esperanza de José; y cuando la desgana o el odio me embarguen, que piense en el amor de José, que fue tan grande testigo de tu amor por nosotros.
Petición
Padre, te pido la gracia de ver siempre tu Voluntad como la expresión de tu Amor.
Meditación
Nos lo acaba de recordar el Evangelio. El Ángel le había dicho a José: «No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer» (Mt 1,20); y es exactamente lo que realizó: «hizo lo que le había mandado el Ángel del Señor» (Mt 1,24). ¿Por qué motivo señala San Mateo la fidelidad a las palabras recibidas del mensajero de Dios, sino es para invitarnos a imitar esa fidelidad llena de amor? (...)
En la historia, José es el hombre que ha dado a Dios la mayor prueba de confianza, incluso ante un anuncio tan sorprendente. (Benedicto XVI, 19 de marzo de 2009)
Reflexión apostólica
¿No pudo Dios tomarse la molestia de aclarar a José todas las pruebas en que metería a la Sagrada Familia? ¿Por qué Dios no habla en ese desierto de dudas y confusiones que pretende hundir todas las seguridades y esperanzas de José? Él era un hombre justo, que había dedicado a Dios lo mejor de su vida, que había obedecido a todo lo que el ángel le pedía, ¿no merecería, entonces, una respuesta de Dios, una palabra que lo aclarara todo? ¿Por qué Dios guarda silencio?
José vivió, junto con María y Jesús, el misterio del silencio de Dios. Algo que alguna vez también nosotros hemos experimentado. ¡Cuánto nos facilitaría la existencia que Dios nos revelara desde el principio los caminos que Él ha trazado para nosotros! Pensamos que si tan sólo pudiéramos saber el fin de tal prueba o dificultad, seríamos fieles a todo lo que Dios no pidiera y podríamos- ahora sí- dejar que él dispusiera de nuestra vida con mano libre.
Pero si profundizamos en esto, ¿no llegaremos a advertir de que es una plena falta de confianza en Dios? ¿Por qué esa mezquindad nuestra de querer siempre explicaciones pormenorizadas para cumplir esos designios de su amor inmenso? ¿Por qué nos es difícil abandonarnos en las manos de Dios que está más empeñado en nuestra felicidad que nosotros mismos?
Propósito
Rezaré la oración del “Padre nuestro” con pausa y actuación, profundizando en el sentido de cada una de las palabras. Especialmente la frase “Hágase su voluntad” y me encomendaré a San José sobre todo en este día que lo celebramos.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, Tú sabes lo difícil es ver con fe ciertas circunstancias de la vida, Tú mismo lo experimentaste en carne propia. Fortalece mi fe para seguir el camino de felicidad y salvación que has escogido para mí, y que pueda repetir como tú: ¡Hágase tu voluntad!
“Adheridos a Cristo, podemos llegar a ser un solo espíritu con Él, y así cumplir su voluntad: de esta forma ésta se hará tanto en la tierra como en el cielo” (Orígenes, or.26).
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