Testamento de los escuadrones de la muerte
BUEN CRISTO, MAL CRISTO
Greg Grandin / CounterPunch
REBELION Cultura 13-09-2006
Hace sólo unos pocos años, con el estreno de “La Pasión de Cristo”, pareció que Mel Gibson había logrado más que siglos de guerras religiosas e inquisiciones: unir a los cristianos, por lo menos a los cristianos conservadores. Más de dos horas de sadismo implacable, de espinas, látigos y clavos, arrasaron no sólo con el pecado sino con las querellas teológicas que han definido al cristianismo desde que Lutero clavara sus 95 tesis sobre las puertas de la iglesia de Wittenberg.
No importa que Gibson sea católico. El evangélico Tim LaHaye, autor de las populares novelas “Left Behind” [Dejados atrás] declaró que la película es “un relato exacto según las escrituras sobre cómo Él sufrió realmente por los pecados de todo el mundo,” a pesar de que LaHaye considera que los católicos son poco menos que paganos que por cierto serán “dejados atrás” cuando venga el Rapto. Gibson, en realidad, se las arregló para producir algo como un milagro moderno: convirtió el cuerpo y la sangre de un Jesús humano y misericordioso venerado por los cristianos menos vengativos – Trabajadores Católicos, protestantes del Evangelio Social, e incluso los episcopálicos nacidos en palacetes que hasta poco dirigían el Partido Republicano y que ayudaron a administrar el estado de bienestar laico – en el Cristo del Dolor, un icono castigado y castigador que sirvió como un punto de referencia común para una Derecha Religiosa amalgamada. Incluso judíos políticamente conservadores como David Horowitz y Michael Medved pudieron unirse en la comunión. Horowitz declaró que la película era “impresionante,• tan “cercana a una experiencia religiosa como llegar a lograrlo el arte,” y una parábola de las crueldades del Siglo XX.
Pero el sermón borracho estival de Gibson a la policía de Malibu, cuando refiriéndose aparentemente al ataque de Israel contra Líbano acusó a los judíos de iniciar todas las guerras del mundo, abrió un cisma importante entre su tipo de catolicismo medieval y las creencias de muchos de sus partidarios evangélicos, fervientes partidarios de Israel. Gibson es miembro de una secta católica tan conservadora que el Opus Dei llega a parecer una reunión de oraciones de los cuáqueros, que no sólo quiere detener el reloj de la historia sino hacerlo retroceder un milenio. Su antisemitismo sale directamente de las páginas del “Mercader de Venecia”. Al contrario, los sionistas cristianos son futuristas. Como declarara el Tercer Congreso Internacional de Sionistas Cristianos en 1996, los judíos son los “elegidos por Dios y sin la nación judía Sus propósitos redentores para el mundo no serán completas.” Lo que conlleva esa idea depende de con quién se hable. Los dispensacionalistas de la línea dura creen que Israel debe ser defendido sólo para ser sacrificado en el Conflicto Final, cuando más de dos tercios de los judíos serán masacrados y el resto convertido o condenado por la eternidad. El reverendo de la mega-iglesia de Texas, John Hagee – fundador de los nuevos Cristianos Unidos por Israel que bendijo el bombardeo de Líbano por Israel como “un milagro divino” – predica una versión más suave. Concede, públicamente por lo menos, que los judíos podrían salvarse sin conversión, incluso si Israel sirve de “campo de batalla” final, ahogado en un “mar de sangre humana escurrida de las venas de los que han seguido a Satanás.”
El mes pasado, Hagee y otros destacados cristianos sionistas aparecieron en las noticias, defendiendo apasionadamente el derecho de Israel de atacar a Líbano. Condenaron la imposición de un cese al fuego y exhortaron a sus aliados en el gobierno de Bush a que escalaran la guerra hacia Irán. Sin embargo, los evangélicos conservadores tienen su mira puesta en más que Jerusalén; son actores clave en la coalición de la política exterior de la Casa Blanca, abrazando no sólo la retórica ‘conducida con propósito,’ tan apreciada por el gobierno Bush, sino también su orden del día política y económica.
Si no fuera por USA
En junio pasado, Condoleezza Rice asistió a la Convención Bautista del Sur en Greensboro, Carolina del Norte, e hizo el tipo de discurso que los secretarios de estado de USA reservan generalmente para los privilegiados con información confidencial de Washington. Al dirigirse a 12.000 evangélicos – un grupo que el Washington Post describió como el “núcleo de la base política del gobierno Bush” – Rice instó a la multitud, a pesar del creciente anti-usamericanismo y de las malas noticias que llegan de Iraq, a no ceder a las tentaciones del aislacionismo. “Si no fuera por USA,” preguntó a la congregación: “¿Quién uniría a las naciones amantes de la libertad a defender la libertad y la democracia en nuestro mundo?” Que haya recibido por lo menos siete ovaciones de pie confirma el gran cambio experimentado por los fundamentalistas desde cuando Billy James Hargis, líder de la Cruzada Cristiana, declarara en 1962 que “la peor amenaza para USA es el internacionalismo.”
En realidad, los evangélicos conservadores son los verdaderos internacionalistas de USA. Los cristianos parlamentarios como el representante de Virginia Frank Wolf y el senador de Kansas Sam Brownback presionan consecuentemente al gobierno de USA para que encare temas humanitarios globales como el SIDA, el tráfico sexual, la esclavitud, la libertad religiosa, la malaria, y la prevención del genocidio. Bush ha llenado USAID con una serie de fundamentalistas, incluyendo a Paul Bonicelli, ex decano académico del Patrick Henry College de Virginia, que se orienta hacia cristianos educados en casa con intenciones de entrar al servicio público. Bonicelli está a cargo de la Oficina para Democracia, Conflicto y Ayuda Humanitaria, que dispensa dineros públicos para organizaciones humanitarias “basadas en la fe”, muchas de ellas concentradas en África, que ocupa un lugar central en el trabajo misionero conservador. Por si la participación en la administración del lado “suave” del poder usamericano corrompiera sus mentes, los estudiantes de Patrick Henry, que incluyen a cientos que trabajan en el gobierno Bush, incluyendo por lo menos a uno que sirvió en la Autoridad Provisional de la Coalición en Iraq, tienen que firmar una declaración de fe de que “Satanás existe como un ser personal, malevolente, que actúa como tentador y acusador, para quien fue preparado el Infierno, el sitio de castigo eterno, donde todos los que mueren fuera de Cristo serán confinados en tormento consciente por toda la eternidad.”
Militantes de la derecha religiosa también aumentan su influencia sobre los tormentos del infierno de USA. El año pasado, un capellán moderado renunció a la Academia de la Fuerza Aérea en Colorado Springs después que una investigación del Pentágono encubrió el creciente control que tienen predicadores pentecostales sobre la institución, donde se presiona a los cadetes a aceptar a Jesús o “arder en los fuegos del infierno.”
¿Recuerdan al teniente general William Boykin? [Para más información vea: http://revcom.us/a/012/boykin-fanatico-s.htm - N. del T.] Fue el “guerrero orador” que ayudó a “guantanamizar” Abu Ghraib. Después de revelar que tenía información confidencial de que USA ganaría la Guerra contra el Terror porque el Dios cristiano es más grande que el dios del Islam y de advertir que los planes de “Satanás” para “destruir” a USA “como ejército cristiano,” Boykin no fue destituido sino ascendido al puesto número dos a cargo de inteligencia en el Pentágono.
No es sólo erróneo sino peligrosamente engañoso, por lo tanto, si se piensa que la Derecha Religiosa de USA está formada por anti-modernistas marginales que, si se soslayaran en un lenguaje inocuo los temas de “valor” parroquial como el aborto o los derechos gays, podrían ser llevados engañosamente a votar por un demócrata centrista con simpatías multilaterales que defendiera lo que queda del Nuevo Trato. Su liderazgo forma un grupo central en una clase dirigente de la política exterior que ha aliado el militarismo con una forma singularmente usamericana de idealismo. En realidad, en circunstancias que Iraq prueba que los neoconservadores son estrategas ineptos, internacionalistas evangélicos como Hagee, que se satisface con creer que se acerca rápidamente el “fin del mundo como lo conocemos,” han emergido como la fuerza vital tras el soberbio realismo impenitente de Bush. Durante la reciente guerra Israel-Hezbolá, Bill Kristol, junto con los potenciales candidatos presidenciales republicanos John McCain y Newt Gingrich, se presentaron en programas noticiosos cantando loas al reciente bestseller de Hagee “Jerusalem Coming” para justificar que se llevara la lucha a Irán.
Un Código Da Vinci centroamericano
Mucho antes de que los neoconservadores se unieran a la Derecha Religiosa para combatir al Islam radical en lo que los primeros creen que es la Cuarta Guerra Mundial y los últimos oran para que sea Armagedón, pusieron a punto sus habilidades combativas en la lucha contra otra “religión política:” La Teología de la Liberación, el socialismo cristiano latinoamericano que luchó contra juntas militares respaldadas por USA y trató de lograr la justicia social mediante una redistribución de la riqueza. Dos decenios antes de que el cuerpo ensangrentado y torturado de Cristo de Gibson se convirtiera en un símbolo de una Nueva Derecha unida, las diversas cepas del movimiento conservador usamericano se unieron alrededor de los cuerpos ensangrentados y torturados de centroamericanos.
A partir de los años sesenta, teólogos evangélicos conservadores como John Price y Jerry Falwell interpretaron, como lo hicieron sus homólogos “declinistas” laicos, la derrota en Vietnam como un hito en la historia del mundo en el que USA estuvo frente al precipicio del colapso. No sólo exhortaron a sus rebaños a luchar por lo que sería conocido como las guerras culturales, la campaña contra la Enmienda de Igualdad de Derechos, el aborto, los derechos gays, etc., sino a que se involucraran también en los asuntos exteriores. La cruzada de Ronald Reagan contra la izquierda centroamericana – su patronazgo de los insurgentes de la Contra en Nicaragua y de Estados de escuadrones de la muerte en El Salvador y Guatemala – fue la primera oportunidad amplia para hacerlo, un aprendizaje que dio a la Derecha Religiosa su primera idea real de su propio poder dentro del Partido Republicano y la acercó a otros grupos dentro de la Revolución de Reagan.
A fin de dejar de lado la oposición pública y parlamentaria, la Casa Blanca subcontrató el componente de “mentes y corazones” de sus guerras centroamericanos a los evangélicos. El Eagle Forum de Phyllis Schlafly envió “Kits de amistad de combatientes por la libertad” a los contras, incluyendo pasta de dientes, repelente de insectos, y una Biblia. Gospel Crusades, Inc, Friends of the Americas, Operation Blessing, World Vision, Wycliffe Bible Translators, y World Medical Relief también enviaron cientos de toneladas de ayuda humanitaria a los rebeldes anti-sandinistas y a los campos de refugiados en Honduras, donde establecieron escuelas, clínicas de salud y misiones religiosas. En El Salvador, Harvesting in Spanish, Paralife Ministries, la Asociación Nacional de Evangélicos, el Nicaraguan Freedom Fund (afiliado a la Iglesia de Unificación) y la Cruzada Cristiana Anticomunista transmitieron programas de radio, distribuyeron biblias, dirigieron escuelas, establecieron clínicas médicas y dentales, y suministraron educación moral a los soldados. Pat Robertson utilizó su Christian Broadcasting Network para reunir dinero para Efraín Ríos Montt, el cristiano evangélico que presidió sobre el genocidio de 1982 en Guatemala, que mató a más de cien mil indios mayas. La mayor parte de la ayuda a Guatemala reunida por evangélicos en USA, por grupos como la Full Gospel Business Men’s Fellowship Internacional / FIHNEC Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio, fue destinada a ayudar a los esfuerzos militares por establecer el control sobre el campo después de su campaña de masacres.
En USA, cristianos derechistas como Pat Robertson, Jerry Falwell, Tim y Beverly LaHaye, Phyllis Schlafly y Oliver North, junto con capitalistas evangélicos como el fundador de Amway, Richard DeVos, crearon el Consejo por la Política Nacional en 1981que, como el comité directivo de la Derecha Religiosa en los años ochenta, estuvo profundamente involucrado en las proezas centroamericanas de Reagan. Hombres de negocios cristianos reunieron dinero para armas y trabajo humanitario y financiaron la miríada de organizaciones que trabajaron en estrecha colaboración con la Casa Blanca para cambiar la opinión pública y los votos en el Congreso a favor de la política de Reagan en El Salvador y Nicaragua. Como parte de la amplia red de apoyo a Irán-Contra, profundizaron sus lazos con la derecha internacional, con militares en retiro y personal de operaciones encubiertas, mercenarios, traficantes de armas, expertos derechistas de relaciones públicas, ex agentes de la policía secreta del Shah, narcotraficantes internacionales, el Sultán de Brunei, y Estados anticomunistas como Arabia Saudí, Taiwán, Panamá e Israel. Muchos de los militaristas que dirigieron la guerra de la Contra –John Singlaub, el director de la CIA William Casey, Vernon Walters, y Oliver North – eran ellos mismos miembros de sectas ultramontanas protestantes o católicas, tales como la carismática Iglesia de los Apóstoles, Opus Dei y los Caballeros de Malta. El católico Casey asistía a misa a diario, y llenó su mansión con estatuas de la Virgen María. El Código da Vinci no contiene nada sobre lo que sucedió en Centroamérica durante los años ochenta.
Las finanzas de Satán
Los soldados cristianos de Reagan, sin embargo, portaban en alto no la bandera del señor del amor popularizado por Dan Brown sino a un vengador despiadado. La Nueva Derecha elaboró la justificación ética del actual militarismo de libre mercado en su oposición al humanismo cristiano que motivó a los revolucionarios y reformadores centroamericanos, así como a sus partidarios en USA. No sólo la izquierda centroamericana fue motivada tanto por la Teología de la Liberación católica como por el marxismo: el movimiento usamericano de solidaridad, mucho más que en las protestas contra la Guerra de Vietnam, fue marcadamente cristiano. Grupos como el Grupo de Trabajo Religioso para Centroamérica y México, el Programa Ecuménico para Centroamérica y el Caribe (EPICA), la Conferencia Católica de USA, Witness for Peace, los Cuáqueros, y el Consejo Nacional de Iglesias, movilizaron activamente a cientos de miles de cristianos en la oposición a la política de Reagan. Lo que unió a los protestantes conservadores de la tendencia dominante y a los aporreadores de púlpitos fundamentalistas fue su hostilidad compartida a este socialismo cristiano.
Tomemos, por ejemplo, al Instituto de Religión y Democracia [IRD, por sus siglas en inglés]:
En la actualidad, el neoconservador IRD es un actor esencial en la coalición de Bush, que trabaja duro para desacreditar a las organizaciones religiosas liberales que se oponen a las guerras de Bush. Dos de sus teólogos -- Michael Novak y Richard Neuhaus – han suministrado a la Casa Blanca una orientación espiritual crucial, defendiendo desde el punto de vista teológico no sólo el militarismo usamericano sino el fundamentalismo de libre mercado y la orgía de acumulación de riquezas que financian ese militarismo. Resulta que el IRD fue fundado en 1981 por intelectuales asociados con el Instituto de la Empresa Usamericana y asesorado por firmas de relaciones públicas contratadas por la Casa Blanca. Su misión era proveer un apoyo religioso “de la corriente principal” a la política centroamericana de Reagan, pero se alió de inmediato con evangélicos como Jimmy Swaggert, Jerry Falwell y Pat Robertson para atacar a la Teología de la Liberación.
En una serie de libros y artículos cuestionando las principales doctrinas y proponentes de la teología de la liberación, Novak y Neuhaus comenzaron a, como dice Novak: “ubicar una base teológica para el capitalismo corporativo,” elaborando un conjunto de ideales específicos del libre mercado que en su opinión complementaban el entendimiento cristiano del libre albedrío. Novak, que se presentaba como un liberal político, respondía a los que decían que el capitalismo encarnaba lo peor del individualismo acaparador con su “teología de la corporación,” que presentaba a la empresa como “una expresión de la naturaleza social de los seres humanos.” Dedicó gran parte de su trabajo a refutar la insistencia de la teología de la liberación en que se podía culpar a la explotación por parte del Primer Mundo por la pobreza del Tercer Mundo, argumentando que el retraso económico de Latinoamérica es causado por factores “culturales.” Como lo hicieran sus correligionarios de la tendencia dominante, los fundamentalistas formularon su moralismo de libre mercado como una querella con la teología de la liberación. El fundador de la Reconstrucción Cristiana, la rama influyente del movimiento evangélico que trata de reemplazar a la Constitución por la ley bíblica, describió a la teología de la liberación como la “economía de Satanás,” mientras otro predicador la llamaba una “teología del asesinato masivo” y el “problema crítico de más importancia que la cristiandad ha enfrentado en toda su historia de 2000 años.” El capitalismo, insistieron, es un sistema ético, que corresponde al don divino del libre albedrío. El hombre vive en un “mundo fundamentalmente exiguo,” no abundante que sólo necesitaría una distribución más justa como quisieran los teólogos de la liberación, argumentó el economista cristiano John Cooper. El ánimo de lucro, en lugar de ser un mecanismo económico amoral, forma parte de un plan divino para disciplinar al hombre caído y hacerlo producir. Mientras los humanistas cristianos aseveraban que la gente es fundamentalmente buena y que el “mal” era una condición de explotación de clase, capitalistas cristianos como Richard DeVos, de Amway, jefe de la Fundación de la Libertad Cristiana, insistían en que el mal está en el corazón del hombre.
Cuando la teología de la liberación sostenía que los seres humanos pueden realizar plenamente su potencial aquí en la tierra, los economistas fundamentalistas argüían que los intentos de distribuir la riqueza y regular la producción se basan en un entendimiento incorrecto de la sociedad – un entendimiento que incita a la desobediencia a la autoridad debida y, al destacar la desigualdad económica, genera culpa, envidia y conflicto. El Reino de Dios, insistían, no será establecido por una guerra entre las clases sino por una lucha entre el bien y el mal.
Como lo hiciera Novak, los evangélicos trataron de refutar la crítica de la teología de la liberación a la política económica global. La pobreza del Tercer Mundo, según el evangélico Ronald Nash, tiene una “dimensión cultural, moral e incluso religiosa” que se revela en una “falta de respecto por toda propiedad privada,” “falta de iniciativa,” y “elevada preferencia por el ocio.” Algunos llevaron este argumento a su conclusión lógica. Gary North, otro economista evangélico influyente, insistió en que “los problemas del Tercer Mundo son religiosos: perversidad moral, una larga historia de demonismo, y paganismo absoluto.” “Los ciudadanos del Tercer Mundo,” escribió, “deberían sentir culpa, caer de rodillas y arrepentirse por sus malas costumbres impías, rebeldes, socialistas. Deberían sentirse culpables porque son culpables, tanto individual como corporativamente.”
La elaboración por parte del cristianismo evangélico de una justificación teológica del capitalismo de libre mercado, junto con su visión de un Tercer Mundo inmoral, resonó con otras tendencias ideológicas dentro de la Nueva Derecha, suministrando la base para su actual adopción del imperio como un propósito nacional de USA. En un universo de libre albedrío, en el que el buen trabajo es recompensado y se castigan las malas obras, el hecho de la prosperidad usamericana es una confirmación obvia de la bendición divina del poder de USA en el mundo. La miseria del Tercer Mundo, al contrario, prueba la “maldición de Dios.” David Chilton, del Instituto de Economía Cristiana, un gabinete estratégico de la Reconstrucción, escribió que la pobreza es como “Dios controla culturas paganas: deben pasar tanto tiempo tratando de sobrevivir que no pueden ejercer un dominio impío sobre la tierra.”
Novak y Neuhaus no utilizaron términos tan severos, pero ese sentimiento está a un paso de su lógica. Después de todo, la declaración de misión del IRD, escrita por Neuhaus, consagró a USA como “el portador primordial de la posibilidad democrática en el mundo de hoy.” Una opinión semejante se anida confortablemente con las nociones evangélicas de que USA es una “nación redentora” y satura los pronunciamientos de política exterior del presidente. “USA existe como un modelo luminoso para el mundo,” dijo Bush en su discurso de Ellis Island en el primer aniversario del 11-S, plagiando a las escrituras para reemplazar a Jesús por USA, “y la luz ilumina la oscuridad, y la oscuridad no la ha doblegado.”
Mensajeros de la cólera
No todos aquellos en la Derecha Religiosa que apoyaron las guerras de Reagan en Centroamérica han seguido a Bush en su cruce del Rubicón. Algunos, como Phyllis Schlafly, han seguido fieles a su fe aislacionista. Otros, como el economista evangélico Gary North, rechazan la escatología del tiempo final de los sionistas cristianos. Pero el tipo de moralismo que utilizaron muchos fundamentalistas importantes para justificar la violencia impuesta a Centroamérica en los años ochenta condujo fácilmente al tipo de arrogancia que legitima actualmente el bombardeo con bombas de racimo de civiles como una opción de primer recurso.
Durante todos los años ochenta, a medida que se profundizaba su participación en Nicaragua, El Salvador, y Guatemala llegaron a compartir con los neoconservadores y militaristas reaganitas un conjunto común de supuestos sobre el mundo y el papel de USA en él. USA se había debilitado peligrosamente, y cuando los neoconservadores llamaban a renovar la voluntad política, los evangélicos creían que la resurrección de USA resultaría del renacimiento espiritual. Su visión de sí mismos como gente perseguida, empeñada en una lucha de vida o muerte de tiempo final entre las fuerzas del bien y del mal se integraba fácilmente con el milenialismo de los militaristas anticomunistas, particularmente aquellos involucrados en Centroamérica.
En colaboración estrecha con intelectuales de la política neoconservadores tales como Elliot Abrams, Otto Reich, Robert Kagan y Jeane Kirkpatrick, teólogos evangélicos conservadores establecieron una justificación moral para la rehabilitación del militarismo por Reagan. Alinearon su teología para que incorporara elementos del idealismo y del militarismo inquebrantable que condujo directamente a la guerra en Iraq. “Nuestro gobierno,” escribía Falwell en 1980, pero resonaba en gran parte como George W. Bush en 2002, “tiene derecho a utilizar sus armamentos para llevar la cólera a los que harán el mal dañando a otros.” Y no sólo defensiva sino anticipadamente: “debemos pasar a la ofensiva,” escribió Rus Walton en su libro: “Biblical Solutions to Contemporary Problems: A Handbook”, en 1988.
La violencia de la guerra de contrainsurgencia avivó los fuegos del maniqueísmo fundamentalista, llevando a Falwell, Robertson, y a otros, a aliarse con los peores asesinos y torturadores en Centroamérica y Latinoamérica. “Para el cristiano,” cree Walton, “no puede haber neutralidad en esta batalla: "El que no está de mi parte, está contra mí” (Mateo 12:30).” Robertson describió el genocidio realizado por Efraín Ríos Montt de Guatemala como un “milagro” y celebró en su Red Cristiana de Radiodifusión a Roberto D'Aubuisson, de El Salvador, asesino de, entre innumerables otros, el Arzobispo Oscar Romero. En 1984, más de una docena de organizaciones de la Nueva Derecha Cristiana, incluyendo la Mayoría Moral, presentaron a D'Aubuisson y honraron sus “continuos esfuerzos por la libertad.”
Muchos de los miembros de los escuadrones de la muerte eran ellos mismos ideólogos religiosos conservadores, que llevaban la lucha contra la teología de la liberación a las trincheras. Las fuerzas de seguridad guatemaltecas interrogaban regularmente a sus prisioneros sobre sus “puntos de vista sobre la teología de la liberación.” Otros informan que fueron torturados mientras se cantaban himnos y se oraba. Algunos evangélicos disculparon semejantes sufrimientos. “Matar por el placer de hacerlo es un error,” reconfortó un pastor de Paralife de USA a su rebaño de soldados salvadoreños: “pero matar porque es necesario luchar contra un sistema anticristo, no sólo es correcto sino un deber para todo cristiano.”
De manera que cuando Jeane Kirkpatrick señaló que las tres monjas usamericanas y una trabajadora laica violadas, mutiladas y asesinadas por las fuerzas de seguridad salvadoreñas en 1980 no “eran sólo monjas, eran activistas políticas,” fue más que cruel. Estaba mostrando su desaprobación de una clase particular de cristianismo de paz. Durante los diez años siguientes, como resultado directo de la política de USA, más de trescientos mil centroamericanos, muchos de ellos devotos cristianos, fueron asesinados y torturados, y más de un millón forzados al exilio. De cierto modo, la cruzada de la Nueva Derecha en Centroamérica fue un pre estreno del Jesús atormentado que fue estrenado dos décadas más tarde en “La Pasión de Cristo” – y, a pesar del disenso ebrio de Gibson, está en gira mundial en nuestros días en el Abu Ghraib de Boykin y en los campos de la muerte de Iraq, y ahora de Líbano.
Greg Grandin, que recibió recientemente una beca John Simon Guggenheim, enseña historia latinoamericana en la Universidad de Nueva York y es autor de una serie de libros, incluyendo más recientemente “Empire's Workshop: Latin America, the United States, and the Rise of the New Imperialism” (Metropolitan). Para contactos, escriba a: gjg4@nyu.edu
http://www.counterpunch.org/grandin09092006.html
Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens
Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.
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