La situación de la humanidad en el tiempo del Misterio de Gólgota. El año 666. Los impulsos de Gondishapur. El reencuentro del Cristo.
Prosiguiendo las consideraciones que la semana pasada fueron hechas aquí respecto la participación en el mundo espiritual a que el alma humana para el futuro debe aspirar (Se trata de la conferencia de Rudolf Steiner del 9 de Octubre de 1918 intitulada “¿Qué hace el ángel en nuestro cuerpo astral?”), hoy quisiera hablar algo más preciso especialmente sobre ciertas cosas que están en conexión con aquel tipo de vivenciar el Misterio de Cristo, que justamente por tales ideales espirituales como fueron tratados la vez pasada debe ser: preparado.
Si consideramos hoy día al hombre a la manera de la Ciencia Espiritual, - (se trata de pronto de una comunicación, que sin embargo en el transcurso de nuestras consideraciones de hoy será ilustrada todavía de varios ángulos visuales) - digo si de manera ciencia espiritual como hoy día lo podemos hacer con los medios de la Ciencia Espiritual, consideramos al ser humano en su vida psíquica, entonces podemos decir que en esta vida psíquica, por cuanto que está relacionada por un lado con la vida corporal física, por el otro con la vida espiritual, se produce un triple fenómeno, una triple inclinación hacia el mundo suprasensorial.
Esta triple inclinación hacia el mundo suprasensorial en realidad entonces debe ser negada, cuando de ningún modo se quiere saber algo del mundo suprasensorial.
El ser humano tiene una inclinación para conocer aquello que en general puede denominarse lo divino.
Una segunda inclinación tiene - hablamos naturalmente siempre de los seres humanos del presente ciclo de desarrollo - de conocer al Cristo.
Y una tercera inclinación: de conocer aquello que de común es denominado el espíritu o también el Santo Espíritu.
Respecto a estas tres inclinaciones Uds. saben que hay personas que las niegan. Se conocen suficientes casos justamente durante el transcurso del siglo XIX, en el cual por lo menos, dentro de la cultura europea, las cosas fueron llevadas al colmo de manera de que la gente negó rotundamente y en general lo divino en el mundo.
Ahora es el caso que ciencia espiritualmente se puede preguntar – dado que dentro de la Ciencia Espiritual no puede dudarse de lo divino, lo cual, si es permitido decir así, habita dentro de lo suprasensorial: - ¿Qué es lo que lleva al hombre a negar simplemente lo divino, aquello que en la Trinidad es denominado el Dios Padre? - Aquí la Ciencia Espiritual nos demuestra que siempre en un caso así donde el hombre niega al Dios Padre - es decir en general lo divino en el mundo, aquello divino que por ejemplo es reconocido en la religión israelita -, que en todos aquellos casos donde se niega a lo divino, existe un defecto real, genuino, una enfermedad física, una insuficiencia física en el cuerpo humano. Ser ateísta significa para el cienciaespiritualista estar enfermo de alguna manera. Naturalmente se trata de una enfermedad que los médicos no curan; - a menudo ellos mismos sufren de esta enfermedad -, una enfermedad que como tal tampoco es reconocida por la medicina contemporánea..., pero es una enfermedad que constata la Ciencia Espiritual en el hombre, cuando el hombre niega aquello que él - ahora no por su constitución psíquica, sino por su constitución corporal debe sentir. Si niega aquello que un sano sentir de su cuerpo le inspira: que algo divino transfluye al mundo, entonces según los conceptos de la Ciencia Espiritual está enfermo, corporalmente enfermo.
Luego hay mucha gente que niega al Cristo. La negación del CRISTO, la Ciencia Espiritual debe considerar como algo que propiamente es una cuestión del destino y que concierne a la vida psíquica humana. Negar al Cristo... la Ciencia Espiritual debe llamar una desgracia. Negar a Dios: una enfermedad; negar a Cristo: una desgracia. Poder encontrar al Cristo, ésto es de cierto modo un asunto del destino, es de cierto modo algo que debe relacionarse con el karma del hombre. Es una desgracia no tener relación con el Cristo.
Negar al espíritu, o al Santo Espíritu, significa una torpeza del propio espíritu. El ser humano se compone de cuerpo, alma y espíritu. Respecto a cada uno de estos componentes puede tener un defecto. Un defecto físico, realmente patológico reside en el ateismo frente a lo divino. No encontrar en la vida el punto de enlace con aquel mundo que nos hace conocer al Cristo, esto es una desgracia. No poder encontrar al espíritu en su propio interior, esto es una torpeza, en cierto sentido una idiotez, aunque una más sutil y de nuevo no reconocido por la ciencia oficial.
Ahora, estimados amigos, se trata de plantear la cuestión: ¿Cómo encuentra el ser humano al Cristo?. Y justamente sobre este encontrar al Cristo queremos hablar hoy, aquel encontrar al Cristo que en el transcurso de la vida puede suceder mediante la propia alma humana. A menudo se escucha decir a almas, que realmente son almas serias buscadoras: ¿Cómo encuentro yo al Cristo?. Si se quiere obtener una contestación comprensible a esta cuestión, se debe ocupar de la misma considerándola dentro de cierto contexto histórico. Colocamos pues, delante de nuestra alma un contexto histórico, el cual finalmente en nuestras consideraciones de hoy nos llevará a la contestación de la pregunta: “¿Cómo encuentro yo al Cristo?”.
Sabemos que nuestra actual época histórica comenzó - considerando la ciencia espiritualmente - en el siglo XV. Se puede, si se quiere indicar una fecha media, indicar el año 1413. Pero también se puede, si no se quiere admitir tales indicaciones numéricas, decir simplemente: en el siglo XV la vida psíquica de la humanidad se hizo tal como es hoy día.
Si esto no se admite en la historia moderna, la razón es solo que la historia moderna justamente también solo considera hechos externos y no tiene ninguna noción - por su naturaleza de “fable convenu” no tiene ninguna noción de esto - que tan pronto que se retrocede detrás del siglo XV, los hombres pensaban de manera distinta, sentían de manera distinta, actuaban de acuerdo a sus impulsos de manera distinta, que eran radicalmente distintos en su vida psíquica - de la vida psíquica de los hombres actuales. La época que en aquel entonces en 1413 concluyó, había comenzado en 747 a. C., es decir en el siglo VIII precristiano. Así que aquello que cienciaespiritualmente denominamos el periodo greco-romano, lo contamos de 747 a. C. hasta 1413 p. C… En este período tuvo lugar, como Uds. saben, y aproximadamente en el primer tercio de este período, el Misterio de Gólgota.
Ahora este Misterio del Gólgota era, como Uds. también saben, para mucha gente durante siglos el punto angular de todo su sentir, de todo su pensar. Este Misterio del Gólgota fue acogido por el alma especialmente de manera afectiva en aquellos tiempos que precedieron al tiempo moderno, al siglo XV, XVI, etc. Luego comenzó aquella época en la cual se empezó a leer los Evangelios en vastos círculos del pueblo. Pero entonces comenzó también la discusión sobre si los Evangelios son realmente documentos históricos. Y esta discusión - Uds. lo saben - fue llevada al colmo hasta en nuestros días. Hoy no nos queremos ocupar de las distintas fases de esta discusión, que especialmente en los círculos de la teología protestante juega un rol tan importante; solo queremos poner delante de nuestra alma aquello que hoy día puede decirse respecto de aquello que con la discusión sobre el Misterio del Gólgota en realidad se quiere, conseguir.
Se llegó, a acostumbrarse, en la época materialista de que todo sea comprobado de manera materialista. En la historia se llama “comprobar” aquello que es verificado, confirmado por documentos. Ahí, donde se encuentran documentos, ahí se supone que un hecho histórico del cual hablan estos documentos, realmente sucedió. Tal fuerza de comprobación probablemente no se podría atribuir a los Evangelios. Uds. saben por mi libro “El Cristianismo como hecho místico” (Das Christentum als mystische Tatsache), lo que son los Evangelios. Ellos son muy otras cosas que documentos históricos; ellos son libros de inspiración, libros de iniciación. Antaño se los tuvo por “documentos históricos”; ahora, debido ala real investigación, se llegó a comprobar que no son documentos históricos. También se llegó a entender que todos los demás documentos que se encuentran en la Biblia, no son documentos históricos. Y un teólogo reconocido, un teólogo reconocido indebidamente, Adolfo Harnack, comprobó como resultado de la moderna investigación bíblica, que aquello que históricamente se puede saber sobre la personalidad del Cristo-Jesús, puede escribirse en una sola cuartilla. (Adolf von Harnack, 1851-1930, dice textualmente: “Nuestras fuentes para la anunciación de Jesús son - descontando algunas importantes noticias en el Apóstol Pablo - los primeros tres evangelios. Todo lo demás que sabemos independientemente de estos evangelios sobre la historia y las prédicas de Jesús, cómodamente puede escribirse sobre una sola cuartilla, tan escaso lo es en volumen”, en “La esencia del cristianismo”, Leipzig 1901, pág. 13).
De esto lo único cierto es, si se me permite expresarme tan paradójicamente: ¡que también esto no es cierto!, que también aquello, que se escribiría sobre esta cuartilla, ¡tampoco, históricamente, es sostenible!. Lo único cierto es que no existen documentos realmente valederos sobre el Misterio del Gólgota. Si como investigador de la ciencia histórica se pregunta hoy día: ¿Se puede comprobar históricamente el Misterio de Gólgota? - entonces desde el punto de vista de la contemporánea investigación histórica debe contestarse: No es comprobable exteriormente.
Pero esto, mis queridos amigos, justamente tiene su buena razón. Es el caso que el Misterio del Gólgota no debe ser comprobable - quisiera decir que de acuerdo a la voluntad de la divina sabiduría - ¡el Misterio del Gólgota no debe ser comprobable exterior-materialistamente!. Por la simple razón porque el Misterio del Gólgota - como el hecho mas importante que se produjo en la evolución de la tierra - solo debe ser comprobable de una manera suprasensorial. Aquel que quiere encontrar una comprobación exteriormaterialista, justamente no la encontrará; sino finalmente por medio de su crítica se encuentra ante el hecho de que no existe tal comprobación. Es que la humanidad es puesta ante la decisión, especialmente frente al Misterio del Gólgota, de confesarse: debo recurrir a lo suprasensorial, o de lo contrario de ningún modo puedo encontrar cosas tales como el Misterio del Gólgota. Es como si de cierto modo el Misterio del Gólgota tiene la misión de obligar al alma humana de encontrar fuera de toda comprobación sensorial el camino a lo suprasensorial. Tiene pues su buena razón que el Misterio del Gólgota no puede ser comprobado ni por las ciencias naturales, ni de algún otro modo históricamente. Esto justamente será lo significativo de la moderna Ciencia Espiritual que - cuando toda ciencia exterior, toda ciencia que se apoya solo en lo sensorial, tendrá que confesarse que no tiene más un acceso al Misterio del Gólgota, cuando la misma teología, en cuanto es crítica, se comporta descristiana -, será la Ciencia Espiritual la que tendrá que conducir a los humanos hacia el Misterio del Gólgota. Pero por un camino suprasensorial, el cual ya hemos descrito muchas veces.
Ahora nos podemos preguntar: ¿Cómo era la situación de la humanidad cuando el Misterio del Gólgota tuvo Lugar en la cuarta postatlántica época cultural, la época greco-latina?. Uds., mis queridos amigos, saben, lo que significa aquella época. En el transcurso del tiempo la humanidad se desarrolla de tal manera que de cierto modo también experimenta los distintos componentes de la naturaleza humana. Uds. saben, en la época egipto-caldea, la que precedió al año 747 a. C., el hombre fue introducido por su desarrollo en aquello que se denomina el alma sensible; en la época greco-latina en lo denominado el alma racional o emocional, y desde el año 1413 p. C., en nuestra quinta época postatlántica en la así llamada alma consciente. Así que podemos decir: la esencia de la cultura greco-latina desde 747 a. C. hasta 1413 p, C. consiste en aquello de que la humanidad es educada - si es permitido esta expresión de Lessing - (“La Educación del Género Humano”, 1780) para el libre uso del alma racional o emocional.
Preguntémonos ahora: ¿Cuál era el centro de esta época? - el centro - pues podemos suponer: si esta época duraba desde 747 antes del Misterio del Gólgota hasta 1413 después, entonces tenia un centro, habiéndose por decir así desarrollado este alma racional o emocional de manera creciente hacia este centro, y después de manera decreciente. Este centro - Uds. fácilmente pueden calcularlo - es el año 333 después del nacimiento del Cristo Jesús. 333 es una fecha muy importante en el desarrollo de la humanidad pues, es el centro de la época cultural greco-latina. 333 años delante de este centro acaece el nacimiento del Cristo Jesús, acaece pues aquello que conducía al Misterio del Gólgota.
Solo podemos valorar correctamente toda la situación de la humanidad si nos preguntamos: ¿Qué hubiese ocurrido si el Misterio del Gólgota no se hubiese producido?. Recién entonces podemos apreciar de justa manera el valor que tiene el Misterio de Gólgota para la humanidad, si preguntamos: ¿Qué hubiese ocurrido si el Misterio de Gólgota no se hubiese producido?. Naturalmente entonces hubiese llegado la humanidad sin el Misterio del Gólgota, solo mediante las propias fuerzas elementales hasta el centro de la cuarta época postatlántica en el año 333. Por sus propios medios hubiese desarrollado todas aquellas facultades que pertenecen al alma racional o emocional. Estas facultades entonces las hubiese tenido en los siglos siguientes.
Esto fue cambiado esencialmente debido a que ocurrió el Misterio del
Gólgota. Acaeció pues algo muy diferente de lo que de otra manera hubiese acaecido - acaeció algo tremendamente diferente -. Si miramos bien el Misterio del Gólgota entonces podemos, para caracterizar este especial acontecimiento, queda a toda la tierra un sentido, considerar justamente aquel aspecto como el más importante de todos: que hay solo un acceso suprasensual al Misterio del Gólgota, que solo de manera suprasensual se puede llegar a él.
En realidad ¿Cuál es la razón de que sea así?. La razón, es que el hombre, aunque en la cuarta época postatlántica y hacia el año 333 se acercaba al máximo florecimiento del alma racional o emocional, que el hombre entre el nacimiento y la muerte en su vida física del todo estaba muy distante de comprender la naturaleza del Misterio del Gólgota con sus ordinarias fuerzas humanas.
Aquello, que es lo importante, es que nos podemos desarrollar y llegar a muy avanzada edad: con las fuerzas que debido a nuestro desarrollo físico entre el nacimiento y la muerte podemos desenvolver en nosotros, ¡con estas fuerzas no podemos comprender el Misterio del Gólgota!. Esto también es la razón de que los contemporáneos del Cristo Jesús, aquellos contemporáneos que lo amaban, los discípulos, los apóstoles solo podían comprender – hasta el punto que debían comprenderlo - cuál era la esencia del Cristo Jesús al cual rodeaban: que en cierto sentido estaban provistos de clarividencia atavística (lo he dicho muchas veces) y que debido a su clarividencia atavística tenían un presentimiento de Aquel que andaba entre ellos. Pero por sus propias fuerzas humanas no lo tenían.
Y entonces también escribían los Evangelios - los autores de los Evangelios - ayudándose con antiguos libros de misterios. Los escribían, estos monumentales Evangelios, por medio de esta antigua fuerza atavística de clarividencia, - no por las fuerzas salidas hasta entonces de manera natural del desarrollo de las fuerzas humanas.
Pero el alma humana sigue desarrollándose también después de haber pasado por el umbral de la muerte. Este alma humana, que sigue desarrollándose también después de haber traspasado el umbral de la muerte, crece en sus fuerzas de comprensión también después de la muerte; aprende de comprender siempre más y más.
Ahora estamos frente a la particularidad que los contemporáneos del cristo, que por su amor para con el Cristo se habían preparado para una vida en Cristo después de la muerte, que ellos por sus propias fuerzas humanas en verdad entendían del todo el Misterio del Gólgota recién en el tercer siglo después del Misterio del Gólgota. Pues aquellos que como discípulos y apóstoles del Cristo habían convivido con El, ellos luego morían, seguían viviendo en el mundo espiritual, y mientras que vivían en el mundo espiritual crecían sus fuerzas, tal como crecen aquí. Ahora es el caso que al morir no hemos llegado a tener tal entendimiento como lo tenemos dos siglos después de nuestra muerte. Los contemporáneos en realidad recién en el segundo siglo - hacía el tercer siglo - habían llegado a que luego en aquel mundo espiritual por el cual el hombre pasa viviendo entre la muerte y un nuevo nacimiento, de por sí mismos alcanzaron el entendimiento de aquello que dos o tres siglos antes habían vivenciado aquí en la tierra. Y entonces inspiraron desde el mundo espiritual a aquellos hombres que se encontraron aquí abajo en la tierra.
Leen Uds. desde este punto de vista aquello que los así llamados Padres de la Iglesia escribieron en el segundo, tercer siglo - cuando la inspiración comenzó en su recto sentido - entonces se darán cuenta como se puede entender aquello que por los Padres de la Iglesia fue escrito respecto al Cristo Jesús. Aquello que por los contemporáneos muertos del Cristo Jesús fue inspirado, se empezó a escribir en el tercer siglo. Un singular lenguaje estilan estos hombres en el tercer siglo para referirse al Cristo Jesús, - un lenguaje que en parte para el hombre de hoy - en seguida hablaremos sobre este hombre de hoy - resulta bastante incomprensible.
Quiero citar a un hombre - yo pudiese citar también a otro, pero quiero citar a uno que para la cultura materialista de hoy resulta harto despreciable: aquél, del cual esta cultura materialista dice que hubiese escrito una oración terrible: “Credo quia absurdum est”: “Creo aquello, que es tonto, y no aquello, que es cuerdo”. Quiero citar a Tertuliano. (Tertuliano, hacia 160 a 220, autor eclesiástico cartagenio. Su obra para la defensa de los cristianos: “Apologeticum”).
Cuando se cita a Tertuliano, quien aproximadamente vivió en aquella época cuando comenzó la inspiración desde arriba por los contemporáneos muertos del Cristo Jesús, y el cual hasta donde lo podía como ser humano se encontraba bajo esta inspiración... si se lee a este Tertuliano realmente, se recibe una particular impresión. Naturalmente escribía de la manera como debía escribir de acuerdo a su constitución humana. Bien se puede tener inspiraciones, pero se muestran siempre así como se las puede acoger. Así Tertuliano tampoco reproducía las inspiraciones no del todo nítidas; las reproducía tal como por su cerebro humano las podía expresar: primero, porque vivía en un cuerpo mortal, y segundo, ya que en cierto sentido era apasionado y fanático. Escribía tal como resultó, pero muy remarcablemente resultó, si es considerado desde un punto de vista justo y correcto.
Este Tertuliano se presenta, visto desde este punto de vista, como: un romano, no de la más grande educación literaria, pero un escritor de grandiosa energía expresiva. Se puede decir directamente: Tertuliano es aquel quien recién adaptó la lengua latina al cristianismo. Recién él encontró la posibilidad de adaptar mediante su ardiente temperamento y su santa pasión este idioma lo más prosaico, lo menos poético, este idioma puramente retórico, así que realmente vive en la obra de Tertuliano inmediata vida anímica, especialmente en “De carne Christi” por ejemplo, o también en aquella obra en la cual trata de rechazar todo aquello de lo cual se culpa a los cristianos. Está escrito con un santo temperamento y con una grandiosa fuerza de expresión. Y como romano - por el De carne Christi se lo puede demostrar - este Tertuliano como romano era falto de prejuicios frente a su propio romanismo. Encontró grandiosas palabras al defender los cristianos contra las persecuciones de los romanos. Los malos tratos a que se sometía a los cristianos para que desconociesen su pertenencia al Cristo Jesús, los condenaba con temperamento. Así, que decía: ¿No es que vuestro comportamiento como jueces frente a los cristianos prueba suficientemente que sois injustos?. Debéis cambiar todos vuestros procedimientos judiciales como los tenéis de ordinario, no emplearlos, cuando juzgáis a los cristianos. De ordinario obligáis por los tormentos a un testigo para que no niegue; lo obligáis para que confiese lo que es la verdad, lo que realmente piensa. Con el cristiano lo hacéis de manera inversa: ¡lo torturáis para que niegue lo que piensa!. Os comportáis como jueces frente a los cristianos de manera inversa de como os comportáis de ordinario como jueces. De ordinario queréis conocer mediante la tortura la verdad; en el caso con los cristianos queréis conocer la mentira. - Y de modo parecido, con palabras realmente acertadas, hablaba Tertuliano sobre muchas cosas -.
Y además se puede decir que aparte de que era un hombre valiente y enérgico, que se daba plena cuenta de la vacuidad del culto romano a los dioses y también lo expuso como tal; además era un hombre que siempre cuando escribía daba prueba de sus relaciones con el mundo suprasensual. Habla de los demonios de la misma manera que habla de los seres humanos, de su conocimiento. Y es que habla por ejemplo de los demonios de manera que dice: “¡Preguntad a los demonios si el Cristo, Aquel, del cual los cristianos afirman que es un Dios real, si realmente es un Dios real!. Haced la prueba y enfrentad un verdadero Cristiano a un poseído, por el cual habla un demonio... ahí veréis: si realmente conseguís que hable, os confesará que él mismo es un demonio; pues él dice la verdad”... (Esto sabia Tertuliano, que los demonios no mienten cuando se los interroga). “Pero los demonios os dicen también - si el Cristiano los interroga correctamente, saliendo la pregunta de su conciencia - que el Cristo es el verdadero Dios. Solo que lo odian, dado que lo combaten. Uds. sabrán por los demonios que éste es el verdadero Dios”. - Pues Tertuliano no se basa solo en el testimonio de los hombres, sino también en el testimonio de los demonios se refiere. Así habla de los demonios como testigos, que no solo hablan, que también confiesan que Cristo es el verdadero Dios. Todo eso dice Tertuliano de por sí. Realmente, si se llega a conocer a Tertuliano como escritor, se tiene mucha razón para preguntarle: ¿Qué era en realidad la confesión fundamental del alma de Tertuliano, que estaba conmovido por la inspiración narrada a Uds. recientemente?.
Aquello que Tertuliano confesaba en lo profundo de su alma realmente es muy instructivo. Pues Tertuliano presentía ya algo que en realidad recién bastante después del tiempo de Tertuliano debía ser revelado a la humanidad. En el fondo Tertuliano hizo profesión de tres oraciones frente a la naturaleza humana:
Primero: La naturaleza humana es así, que en el tiempo actual (este es el tiempo de Tertuliano, fines del segundo siglo cristiano), puede cargarse con la ignominia de negar el más grande suceso de la tierra. Si el hombre solo se sigue a sí mismo, no llega a conocer el más grande suceso terrenal.
Segundo: Su alma es demasiado débil para comprender éste, el más grande suceso terrenal.
Tercero: Le es totalmente imposible al hombre, si sigue solamente a aquello que su cuerpo mortal le posibilita, ganar una relación con el Misterio del Gólgota.
Estas tres cosas son aproximadamente la confesión de Tertuliano. Movido por estas tres cosas Tertuliano dijo las palabras: “Crucificado fue el Hijo de Dios; (Tetuliano en “De Carne Christi”, según Willmann “Historia del Idealismo, tomo 2, pág. 133) esto no es ignominia, porque es ignominioso. También murió; justo por eso es creíble, porque es tonto”. “Prorsus credibile est, quia ineptum est”. Esto justamente por eso es creíble, porque es tonto: esta oración se encuentra en Tertuliano. La otra oración, que el mundo le atribuye: “Credo, quia absurdum est” no se encuentra en ninguna parte, ni en Tertuliano, ni en otro Padre de la Iglesia; pero esta oración, que recién les he referido, fue hecha en aquel entonces... la mayoría de la gente no conoce de Tertuliano nada más que aquella oración, que es falsa. Tercero: “Y el sepultado resucitó (dice Tertuliano) porque es imposible. Debemos creerlo, porque es imposible.
Este triple dicho pronunciado por Tertuliano, a la gente moderna, muy inteligente, le parece algo terrible. Imagínense Uds. a una de estas personas cabalmente contemporánea, muy ilustrada y culta a la manera materialista, que escucha que alguien dice: “El Cristo fue crucificado; debemos creerlo, porque es ignominioso. El Cristo murió; debemos creerlo, porque es tonto. El Cristo en verdad resucitó, debemos creerlo, porque es imposible”. ¡Imagínense que relación podría obtener con tales oraciones una de estas personas con una típica representación materialista del mundo!.
¿Pero qué es lo que Tertuliano quiere decir?. Justamente debido a su inspiración, Tertuliano llegó a ser para su tiempo un buen conocedor del hombre, se dio cuenta en que camino se encontraba la naturaleza humana de aquel entonces. Vean Uds., los hombres iban al encuentro de los siguientes siglos del cuarto período postatlántico, del greco-latino. ¡Justo tantos años como el Misterio del Gólgota precedió al centro de esta época, 333 años, justo para tantos años después de este núcleo histórico ciertas potencias espirituales tenían el propósito de conducir el desarrollo de la tierra por vías muy diferentes de como después, por la presencia del Misterio del Gólgota, fue conducido!. 333 años después del año 333 es 666; es aquella fecha, de la cual el autor del Apocalipsis habla con tanto temperamento. ¡Leen Uds., aquellos pasajes, donde el autor del Apocalipsis habla de ello, que se refiere a 666!. (Compare capítulo 13, versículo 18, del Apocalipsis). En aquel entonces, según la intención de ciertas potencias espirituales, debía ocurrir algo con la humanidad, y hubiese ocurrido, si no hubiese tenido lugar el Misterio del Gólgota. Se hubiese utilizado el camino descendente que debía recorrer la humanidad a partir del año 333 como la cumbre de la cultura del alma emocional o racional: este camino descendente se hubiese aprovechado para conducir a la humanidad por un rumbo diferente a aquel, por el cual la humanidad debía avanzar según las intenciones de aquellos seres divinos que con ella desde el principio, desde la época de Saturno están unidos. Esto debía ocurrir por cuanto que algo que recién más tarde debía llegar para la humanidad - el alma consciente con sus contenidos - por medio de una suerte de revelación se daría a la humanidad ya en el año 666.
Si esto hubiese sido perpetrado, si realmente hubiesen sido cumplidas las intenciones de ciertos seres opuestos al desarrollo de la humanidad, pero que quieren adueñarse de este desarrollo de la humanidad, entonces en 666 la humanidad hubiese sido sorprendida, hubiese sido dotada ya con el alma consciente, como lo será recién después de un lapso de tiempo relativamente largo, después de nuestro tiempo.
En eso ciertamente reside aquello que hacen siempre aquellos seres hostiles a los dioses amantes de los hombres: que aquello, que estos seres espirituales buenos quieren dar a los hombres en un tiempo posterior, lo quieren anticipar a una fecha anterior, cuando la humanidad aún no está madura para ello. Aquello, que recién en el punto medio de nuestra época debe producirse, lo que por lo tanto recién 1080 años después del año 1413 debe ocurrir, lo que por lo tanto recién en el año 2493 debe ocurrir (recién entonces el hombre debe llegar a la madurez respecto a la consciente comprensión de su propia personalidad), esto ya en el año 666 se quería inculcar al hombre por fuerzas ahrimana-luciféricas.
¿Qué es lo que se quería conseguir de parte de estos seres?. Por este medio querían dar al hombre el alma consciente, pero con eso le hubiesen implantado una naturaleza que le hubiese imposibilitado de encontrar su ulterior camino hacia el Yo Espiritual, “el Espíritu Vital y el Hombre Espiritual. Se hubiese Cortado su camino del futuro y se hubiese requerido al hombre para muy otras vías de desarrollo.
La historia no sucedió tal como era la intención de esta configuración especial, de esta configuración fenomenal, grandiosa, pero satánica; pero vestigios de eso sin embargo se consumaron en la historia. Podían consumarse debido a que ocurrieron cosas, de las cuales solo puede decirse: los hombres las hacen en la tierra, pero en realidad las hacen siempre al transformarse en peones, en instrumentos de aquello, que ciertos seres espirituales ejecutan por intermedio de los hombres. Y así fue también el emperador Justiniano un instrumento de ciertos seres, (Justiniano, 527-565, emperador del imperio romano oriental) cuando él, que era un enemigo de todo aquello que provenía de la alta sabiduría de la cultura griega, en el año 529 cerraba las escuelas de filosofía en Atenas; así que los últimos restos de la sabiduría griega con el alto saber aristotélico-platónico fueron proscriptos y debían refugiarse en la Persia, en Nisibis, donde ya anteriormente se habían refugiado tales sabios griegos cuando en el siglo V Zeno Isaurico (emperador de 474 – 491. Había cerrado la escuela de Odessa por decreto del año 489) los había expulsado de Edessa en Siria. Y así se reunió hacia el año que se aproximaba, hacia el año 666, en la Academia persa de Gondhischapur realmente aquello que era la más escogida sabiduría que se derivaba de la antigua Grecia, y que no había tomado en consideración al Misterio del Gólgota. Y dentro de la Academia de Gondhischapur enseñaban aquellos que estaban inspirados por fuerzas lucífero-ahrimánicas.
Si aquello que en el año 666 debía sobrevenir sobre la humanidad – lo cual, si hubiese ocurrido, hubiese conducido justamente a la detención del ulterior desarrollo y a la elevación de la humanidad, al alma consciente, ya en el año 666 -, si aquello que era la intención de la Academia de Gondhischapur hubiese tenido pleno éxito, entonces en el siglo VII hubiesen surgido en muchas partes hombres de alta sabiduría, y por su alta sabiduría muy geniales, los cuales debían recorrer el norte de África, el oeste de Asia, el sur de Europa, o más bien toda la Europa y difundir aquella cultura del 666 que estaba intencionada por la Academia de Gondhischapur. Esta cultura debía ante todo poner al hombre del todo sobre su personalidad, debía traer ya totalmente el alma consciente.
No llegó a ser posible que esto sucediera. El mundo ya había tomado otra configuración, como hubiese debido ser aquella en la cual esto hubiese sido posible de producirse. Por eso todo el impulso que la cultura occidental debía recibir por la Academia de Gondhischapur quedó obtuso. Y en lugar de salir una sabiduría frente a la cual todo aquello que hoy día sabemos en el mundo exterior hubiese sido algo pequeño, en lugar de salir una sabiduría por inspiración de manera espiritual sobre todo aquello que poco a poco será conquistado por medio de la experimentación y la ciencia natural hasta el año 2493, y lo cual hubiese salido por una espléndida, grandiosa sabiduría, quedaron solo restos de todo eso en aquello que después sabios árabes llevaron a España. Pero también ya era obtuso, - no salió de la manera como había sido la intención -, salió obtuso, romo, Y en su lugar quedó el mahometanismo, quedó Mahoma (hacia 570 – 632) con su doctrina, y solo sobrevino el Islam en lugar de aquello que debía salir de la Academia de Gondhischapur. Por el Misterio del Gólgota el mundo había sido disuadido de este rumbo ruinoso para él.
Y había sido disuadido debido a que ya antes había ocurrido no solo el
Misterio del Gólgota, sino porque este Misterio del Gólgota ocurrió justamente como tal acontecimiento que no puede ser comprendido con las fuerzas humanas, comunes hasta la muerte; debido a lo cual dentro de la humanidad occidental justamente se produjo aquello que yo he descrito hace un rato: tuvo lugar inspiración de parte de los muertos, tal como lo notamos en Tertuliano y muchos otros. Debido a eso la mente de la humanidad fue dirigida hacia el Misterio del Gólgota, y con eso a algo muy distinto de aquello que debía salir de la Academia de Gondhischapur. Por ello se extendió aquello que impidió aquella alta - pero satánica - sabiduría que intentaba la Academia de Gondhischapur; pero impidió la extensión de aquella sabiduría en salvación de la humanidad.
Mucho de lo que había sido inspirado por los muertos salió maltrecho, pero sin embargo la humanidad estaba salvada de sufrir, de soportar aquello que hubiese tenido que admitir en sus almas si la Academia de Gondhischapur hubiese tenido suerte con su tendencia.
Pero tales acontecimientos, como aquel que había sido intentado por la Academia de Gondhischapur, suceden de cierto modo detrás del escenario del desarrollo exterior del mundo. Suceden en lo suprasensorial. Los hombres están en relación con ello, pero suceden totalmente en lo suprasensual. Y no podemos juzgar tales acontecimientos, como aquel que había sido intentado por la Academia de Gondhischapur, ni tampoco el Misterio del Gólgota, solamente por lo que acontece en el plano físico. Tales acontecimientos, si los queremos caracterizar, los debemos escudriñar en profundidades mucho más hondas como por lo común se cree.
Sin embargo, algo quedo a la humanidad de aquello que entonces estaba intentando para que aconteciera y que solo quedó obtuso, así que de algo que debía ser grandioso, solo se originó el fantástico y miserable Islam. ¡Algo si ocurrió con la humanidad!. Esto ocurrió: que en aquel entonces toda la humanidad, toda aquella humanidad sobre la cual tuvo influencia el impulso de Gondhischapur - este impulso neopérsico, que volvió a traer a destiempo el impulso de Zoroastro -, que toda la humanidad, si me es permitido decirlo así (si me es permitido expresarme con trivialidad) ¡recibió un choque, un impacto deformador hasta en su constitución física!. En aquel entonces, mis amigos, la humanidad recibió un impulso, que penetra hasta en lo físico, con el cual ahora seguimos siempre al nacer, que nos es innato: aquel impulso, que en verdad es idéntico a aquello que hace un rato he caracterizado. Aquella enfermedad fue inoculada a la humanidad, la cual, cuando se le permite obrar, hacer sentir sus efectos, conduce a la negación del Dios Padre.
Pues entiéndanme bien: la humanidad, en cuanto es la humanidad civilizada, tiene hoy en el cuerpo un aguijón. Y es que San Pablo habla mucho de este aguijón... (Segunda epístola a los Corintios, capítulo 12, 7). Esta humanidad tiene en el cuerpo un aguijón: San Pablo habla proféticamente; como hombre especialmente evolucionado lo tenía ya en su tiempo, los otros lo recibieron realmente recién en el siglo VII. Pero este aguijón se extenderá siempre más, llegará a ser cada vez más significativo. Si Uds., hoy llegan a conocer una persona que se abandona totalmente a este aguijón, esta enfermedad - pues esto es un aguijón en el cuerpo físico, esto es una real enfermedad - podrán observar que esta persona devendrá un ateísta, un negador de lo divino, un negador de Dios. Disposición para este ateísmo en realidad la tiene toda persona que pertenece a la civilización moderna, - solo se trata de si se abandona a esta disposición. El hombre lleva dentro de sí aquella enfermedad que le incita a negar lo divino, mientras que consecuente a su naturaleza en realidad resultaría que lo reconociese. Esta naturaleza en aquel entonces de cierto modo fue algo mineralizada, fue dada marcha atrás en su desarrollo, - así que todos nosotros llevamos dentro de nosotros esta enfermedad del ateísmo.
Debido a esta enfermedad del ateísmo una diversidad de fenómenos se produce en el hombre. Pues debido a esta enfermedad se ocasiona una mayor atracción, una mayor ligazón entre el alma del hombre y su cuerpo físico de lo que antes había y que en realidad corresponde a la misma naturaleza humana. Es como si el alma estuviese más aherrojada al cuerpo. Y mientras que el alma, por su propia naturaleza, no está destinada a tomar parte en los destinos del cuerpo, por esta causa hubiese tomado un rumbo por el cual cada vez más y más tomaría parte en los destinos del cuerpo, también en los destinos del nacimiento y de la herencia y de la muerte.
Pues nada menos intentaban ya en aquel entonces - lo que en una forma más diletante intentan ciertas sociedades ocultas también en nuestro tiempo -, nada menos querían conseguir los sabios de Gondhischapur, que hacer al hombre muy grande para esta tierra, hacerle muy sabio, pero con el inculco de esta sabiduría hacer participar su alma en la muerte; así que no tuviese la inclinación, tras haber pasado por el umbral de la muerte, de tomar parte en la vida espiritual y en las siguientes reencarnaciones. Le querían directamente cortar el ulterior desarrollo. Le querían conquistar para ellos mismos para un mundo totalmente diferente; querían conservarle mediante la vida terrenal para hacerle desistir de aquello para lo cual el hombre está en la tierra, lo que debería aprender recién en un desarrollo lento sucesivo, y por lo cual llegar al Yo Espiritual, al Espíritu Vital y al Hombre Espiritual.
El alma humana pues estaría relacionada con la tierra más de lo que le estaba predestinado. La muerte, que solo para el cuerpo está predestinada, de cierto modo hubiese llegado a ser el destino del alma. A esto se le puso una valla por el Misterio del Gólgota. Así que el hombre llegó a estar vinculado con la muerte, pero por el Misterio del Gólgota llegó a estar preservado de este vínculo con la muerte. Si por un lado una cierta corriente en el desarrollo universal causó un mayor vínculo del alma con el cuerpo humano de lo que le era predestinado al hombre, el Cristo, para mantener el equilibrio, a su vez, ató el alma más al espíritu de lo que había sido predestinado. Así que por el Misterio del Gólgota el alma humana fue acercada más al espíritu de lo que le había sido predestinado.
Esto, mis queridos amigos, recién nos faculta para ahondar bien la mirada para comprender como se relaciona el Misterio del Gólgota con las más íntimas fuerzas de la naturaleza humana a través de los milenios. Débase poder comparar la correlación que había sido destinada al hombre por Ahriman y Lucifer, la correlación entre cuerpo y alma, con la correlación entre alma y espíritu, si se quiere un acercamiento históricamente correcto al Misterio del Gólgota.
La Iglesia Católica que se encontraba fuertemente bajo los restos del impulso de la Academia de Gondhischapur, ella decidió en el año 869 en el Concilio de Constantinopla el dogma de que no se debe creer en el espíritu..., no porque hubiera querido ilustrar a cualquiera sobre el Misterio del Gólgota, sino porque quería difundir tinieblas sobre el Misterio del Gólgota. En 869 la Iglesia Católica abolió el espíritu. El dogma, que en aquel entonces fue precisado, dice: no debes creer en el espíritu, sino solo en el cuerpo y el alma, y en que el alma tuviese en sí algo parecido al espíritu. Pero que el hombre realmente se compone de cuerpo, alma y espíritu, esto fue abolido por la Iglesia Católica. Esta abolición sucedió en la Iglesia Católica todavía directamente bajo la influencia del impulso de Gondhischapur.
¡Es que la historia, mis queridos amigos, se presenta muy distinta a como para el “uso casero” de la gente, que se quiere gobernar, de este o aquel lado, es manipulada!.
Pues por el Misterio del Gólgota el hombre fue llevado a una mayor relación con el espíritu. Debido a eso hay en el hombre dos fuerzas: la fuerza, que anímicamente le hace más parecido a la muerte, - la otra fuerza, que vuelve a liberarlo de la muerte, que interiormente le conduce al espíritu.
Esta fuerza, ¿Qué fuerza es?, mis amigos. Les he dicho es una especie de enfermedad lo que en el hombre es lo que hace negar lo divino. La disposición es una especie de enfermedad, que todos nosotros llevamos adentro los que pertenecemos a la humanidad civilizada, simplemente gracias a nuestro cuerpo. Pero negar a Dios - es una enfermedad, dice la Ciencia Espiritual... esta enfermedad la tenemos dentro de nosotros. Y no negamos, si nos entendemos bien, a Dios recién entonces, cuando por el Cristo volvemos a encontrarlo. Tal como nuestro cuerpo tiene dentro de sí una fuerza que hace enfermar, que tiene la tendencia de llevar a la negación de Dios, así tenemos en nosotros la fuerza de Cristo del modo como lo he explicado muchas veces; debido al Misterio del Gólgota tenemos en nosotros una fuerza saludable, curativa. Pues para todos nosotros el Cristo, en el sentido estricto de la palabra, es el Salvador, el Redentor, el médico frente a aquella enfermedad que puede llevar al hombre a la negación de Dios. Para esta enfermedad el Cristo es un médico. Es un médico para aquella enfermedad oculta que acabo de caracterizar.
Nuestro tiempo bajo muchos aspectos y por muchas relaciones es una renovación de aquellos tiempos, que acontecieron en parte debido al Misterio del Gólgota, en parte por aquello que tuvo lugar en el 333, en parte por aquello del 666. Esto tiene muy definidos efectos. Vean Uds., al Misterio del Gólgota solo lo entienden bien, si con toda claridad se dan cuenta: no se lo puede comprender con las fuerzas que son dadas al hombre solo porque vive físicamente hasta la muerte en un cuerpo físico. Incluso los contemporáneos, los contemporáneos apóstoles, recién en el tercer siglo, es decir mucho tiempo después de su muerte, podían comprender el Misterio del Gólgota por sus propias fuerzas salidas de su condición humana. Pero todas las cosas de esta índole se incorporan en el desarrollo, por todos estos acontecimientos suceden muchas cosas. Y sucedió lo siguiente.
Es que nosotros hoy día, mis amigos, nos encontramos en muy otra situación de aquella en la cual se encontraron los que eran contemporáneos de Cristo o que vivieron en los siguientes siglos hasta en el siglo VII. Es que nosotros ya vivimos en la quinta época postatlántica y nos encontramos muy adentrados en ella; vivimos en el siglo veinte. Esto tiene como consecuencia que, al nacer como almas, pasando del mundo suprasensual al mundo sensual, hemos pasado antes muchos siglos en el mundo espiritual y donde tuvimos nuestras vivencias. Así como aquellos, que eran contemporáneos del Misterio del Gólgota, recién siglos después llegaron a la completa comprensión, así nosotros vivenciamos una especie de imagen especular antes de nacer, siglos antes deque nazcamos. Pero esto vale solo para los hombres de hoy. Los hombres de hoy llevan todos al nacer en el mundo físico consigo algo que es como un reflejo del Misterio del Gólgota, como una imagen especular de aquello, que, siglos después del Misterio del Gólgota, se vivenció en el mundo espiritual.
Ahora, aquel que no puede percibir suprasensualmente, naturalmente no puede ver directamente este impulso; pero todos pueden vivenciar en si mismos el efecto de este impulso. Y si lo vivencian, entonces encuentran la contestación a la pregunta: ¿Cómo encuentro yo al Cristo?.
Para eso es necesaria la siguiente vivencia. Se encuentra al Cristo, mis queridos amigos, cuando se tienen las siguientes vivencias:
Primero: la vivencia de decirse a sí mismo: Quiero aspirar al autoconocimiento hasta el punto que me sea posible, que me sea posible de acuerdo a mi individual personalidad humana. - Ninguno, que honradamente aspire a este autoconocimiento, podrá decirse hoy como hombre que: No puedo comprender aquello, a lo que en realidad aspiro. Me quedo con mi capacidad de comprensión detrás de aquello, a que aspiro; experimento mi impotencia frente a mi aspiración. - Esta vivencia es una muy importante. Esta vivencia debería tenerla todo aquel que, honrado consigo mismo, consulta en autoconocimiento consigo mismo: un cierto sentimiento de incapacidad de comprensión. Este sentimiento, esta sensación de impotencia es sana, pues esta sensación de impotencia no es otra cosa que sentir la enfermedad, y es sabido que se es mucho más enfermo cuando se tiene una enfermedad y no se la siente. Al experimentar la incapacidad de elevarse a lo divino en cualquier momento de su vida, se siente dentro de sí esta enfermedad, de la cual he hablado, que nos es inculcada. Y al sentir esta enfermedad, se siente que el alma, debido a nuestro cuerpo, tal como nuestro cuerpo es hoy día, en realidad estaría condenada a morir con el cuerpo. Después, cuando se siente lo suficientemente fuerte esta incapacidad, esta impotencia, entonces se produce el cambio.
Entonces llega la otra vivencia, que nos dice: Pero podemos, si no nos entregamos solo a aquello que somos capaces de conseguir mediante nuestras fuerzas corporales, podemos, si nos entregamos a aquello que nos da el espíritu, superar esta interior muerte del alma. Podemos tener la posibilidad de reencontrar nuestra alma y de atarla al espíritu. Podemos vivenciar la vanidad de la existencia de un lado, y la glorificación de la existencia por nosotros mismos, si sobrepasamos, traspasamos la sensación de la incapacidad. Podemos sentir la enfermedad por nuestra incapacidad y podemos sentir el Salvador, Redentor, la fuerza salvadora, redentora, curadora, al sentir la incapacidad, al llegar a estar vinculado, emparentado con la muerte en nuestra alma. Al sentir al Salvador, sentimos que llevamos algo en nuestra alma que puede resucitar de la muerte en cualquier momento en la propia interior vivencia. - Si buscamos estas dos vivencias, encontramos en nuestra propia alma al Cristo.
Esta es una vivencia a cuyo encuentro marcha la humanidad. Angelus Silesius lo dijo (Angelus Silesius – Johann Scheffler -, 1624 – 1677. Del “Cherubinischer Wandersmann” – El Querubino Peregrino”, libro 1, aforismo 62), cuando hablaba las significativas palabras:
“La cruz del Gólgota no te puede redimir del mal,
Si no es también en ti erigida”.
Puede ser erigida en el hombre al sentir los dos polos: la incapacidad por su carnalidad, la resurrección por su espiritualidad.
La interior vivencia, que se compone de estas dos partes, esto es aquello que realmente tiende hacia el Misterio del Gólgota. Este es un acontecimiento, frente al cual no se puede excusar diciendo que no se tenga capacidad suprasensorial desarrollada. No se la necesita para eso. Se necesita solo real autorreflexión y la voluntad para esta autorreflexión, la voluntad también para combatir aquella arrogancia, que hoy día es tan corriente, que impide al hombre darse cuenta que, si se confía en sus propias fuerzas, llega a la arrogancia, al orgullo, a la vanidad frente a sus propias fuerzas. Si no se puede sentir frente a su propia arrogancia, que pos sus propias fuerzas se llega a la incapacidad, entonces no se puede sentir ni la muerte, ni la resurrección; entonces jamás se puede experimentar el pensamiento de Ángelus Silesius:
“La cruz del Gólgota no te puede redimir del mal,
Si no es también en ti erigida”.
Pero entonces, cuando podemos sentir la incapacidad y el restablecimiento saliendo de la incapacidad, entonces se presenta para nosotros la buena suerte de tener un real vínculo con el Cristo Jesús. Pues esta vivencia es la repetición de aquello, que siglos antes vivenciamos en el mundo espiritual. Así debemos buscarlo en su imagen especular en el alma aquí en el plano físico. Busquen Uds., dentro de sí, y encontrarán la incapacidad, Busquen Uds., y encontrarán, después de haber encontrado la incapacidad, la redención de la incapacidad, la resurrección del alma hacia el espíritu.
Pero no se dejen confundir Uds., en esta búsqueda por ciertas cosas que hoy día son difundidas como mística e incluso predicadas por ciertas confesiones positivas. Cuando p. e. Harnack habla del Cristo, lo que dice no es cierto, por la simple razón de que aquello que dice del Cristo (léanlo Uds., mismos) ¡Se puede decir de Dios en general!. Se lo puede decir del mismo modo del Dios de los Judíos, se lo puede decir del mismo modo del Dios de los Mahometanos, de todos. Y muchos de aquellos que hoy día quieren pasar por los así llamados resucitados, dicen: Vivencio al Dios en mi... pero solo vivencian al Dios Padre, y aun solo lo hacen en una forma debilitada, porque en realidad no se dan cuenta que están enfermos, y solo vuelven a decir de manera tradicional lo dicho por otros anteriormente. Algo así hace p. e. Johannes Müller (Filósofo, 1864 – 1949). Pero todos ellos no tienen ningún Cristo; pues la vivencia del Cristo no consiste en una vivencia del Dios en el alma humana, sino de estos dos: de la vivencia de la muerte en el alma debido al cuerpo, y la resurrección del alma debida al espíritu. Y aquel, que dice a la humanidad que no solo siente en sí el Dios, - como lo afirman también los Teósofos simplemente retóricos - sino que puede hablar de los dos acontecimientos: de la incapacidad y de la resurrección de la incapacidad, éste habla de la real vivencia del Cristo. Pero éste se encuentra en un camino suprasensorial hacia el Misterio del Gólgota: él mismo encuentra aquellas fuerzas que a su vez estimulan ciertas fuerzas suprasensoriales y lo conducen al Misterio del Gólgota.
Hoy día, mis queridos amigos, no hay ninguna razón para desesperarse por encontrar al Cristo en la propia inmediata vida, pues se lo encontró cuando se reencontró a sí mismo, pero surgiendo de la impotencia, de la incapacidad. Toda esta sensación de nulidad, de anonadamiento que nos sobreviene cuando reflexionamos sin orgullo sobre nuestras propias fuerzas, esto debe preceder al impulso de Cristo. Hábiles místicos creen, cuando solo pueden decir: He encontrado en mí Yo al Yo superior, el Yo Divino... que esto sea Cristianismo. ¡Esto no es Cristianismo!. El Cristianismo debe basarse justamente sobre la oración:
“La Cruz del Gólgota no te puede redimir del mal
Si no es también en tí erigida”.
Ya por los pormenores de la vida puede darse cuenta cuan cierto es lo que digo, y luego se puede ascender de estos pormenores de la vida hacia la gran vivencia de la incapacidad y la resurrección de la incapacidad. Mis queridos amigos, sería bello, especialmente en la actualidad, si los hombres pudiesen p. e. encontrar lo siguiente. Con toda seguridad yace en las profundidades del alma humana una tendencia hacia la verdad, y luego también de pronunciar la verdad. Pero justamente cuando nos encontramos dentro de la intención de pronunciar la verdad, y luego reflexionamos sobre este pronunciar la verdad, ahí podemos hacer un primer paso en el camino hacia el sentimiento de la incapacidad del cuerpo humano frente a la divina verdad. En aquel instante de practicar Uds., realmente la autorreflexión sobre el hablar-la-verdad, arribarán a algo muy singular. El poeta lo sintió al decir: Habla el alma, ¡Oh! ya no es el alma que habla. (Friedrich Schiller en “Tabulae Votivae”). En el camino por el cual aquello, que realmente vivenciamos como verdad en el interior de nuestra alma, se hace habla, ya pierde su agudeza, nitidez. Aún no se muere totalmente en el habla, pero ya se hace obtuso, romo. Y aquel, que conoce el habla, sabe que nada, salvo los nombres propios, que siempre solo designan una sola cosa, son rectas designaciones para esta cosa. Tan pronto como tenemos nombres generalizados, ya sean sustantivos, verbos o adjetivos, no decimos más la plena verdad. Ahí consiste entonces la verdad en aquello, de que siempre tengamos conciencia de que en el fondo con cada oración que pronunciamos, debemos desviarnos de la verdad. Cienciaespiritualmente se trata de resucitar, se intenta resucitar de esta confesión: con cada afirmación dices una mentira, haces una afirmación falsa... al proceder de una cierta manera, la cual les he caracterizado muchas veces. Les he dicho muchas veces: en la Ciencia Espiritual no tiene tanta importancia lo que se dice - pues esto cae igualmente bajo esta sentencia de incapacidad -, sino lo que más importa es como se lo dice. Hagan Uds., la prueba e intenten observar - lo pueden hacer también en mis escritos - como cada cosa está caracterizada desde los más diferentes puntos de vista, como siempre se trata de caracterizar una cosa de un lado y del otro: solo de esta manera se puede acercar a las cosas. Aquel que se da a la creencia de que las palabras mismas sean otra cosa que una Euritmia, ¡éste se equivoca mucho!. Las palabras no son otra cosa que una Euritmia ejecutada por la laringe con el concurso del aire. Solo son ademanes. La única diferencia que hay es que no son efectuados con las manos y los pies. Debemos tomar conciencia que solo hacemos indicaciones sobre alguna cosa, y que solo entonces ganamos una justa relación con la verdad, si vemos en la palabra indicaciones sobre aquello que queremos expresar - y si como seres humanos vivimos los unos con los otros de tal manera, que tenemos conciencia de que en las palabras viven indicaciones, alusiones.
Sobre esto quiere, entre otras cosas, también advertir la Euritmia, que hace de todo el hombre una laringe - quiere decir expresar por todo el hombre lo que de común se expresa solo con la laringe -, para que los hombres vuelvan a sentir que aún cuando hablan fonéticamente, solo hacen ademanes. Digo “padre”, digo “madre”... cuando generalice todo, entonces solo me puedo realmente expresar conforme a la verdad; cuando el otro junto conmigo se familiarizó con estas cosas al vivir dentro del elemento social, cuando comprende el ademán. Solo recién resucitamos de la incapacidad, la cual ya frente al habla podemos sentir, celebramos la resurrección saliendo de ella, cuando comprendemos que - al abrir la boca - ya debemos ser cristianos. Lo que se hizo de la palabra, del Logos, en el transcurso del desarrollo, solo se lo puede entender cuando el Logos vuelve a estar unido con el Cristo, cuando tomamos conciencia que: nuestro cuerpo, al hacerse la herramienta del pronunciar, fuerza la verdad a la degradación, así que en parte muere sobre nuestros labios, - y la revivimos en Cristo, si llegamos a tomar conciencia que la debemos espiritualizar, esto quiere decir: tener el espíritu en el pensamiento, - no darse por satisfecho con el habla, con el idioma como tal, sino acompañarlo en el pensamiento con el espíritu. ¡Esto es lo que debemos aprender!, mis queridos amigos.
No sé si mañana permitirá el tiempo (En la conferencia del 17 de Octubre de 1918, “La historia de la época moderna a la luz de la investigación científica espiritual”, en el tomo “Antroposofía y Ciencias Académicas”, Zürich, 1950) llamar la atención también públicamente sobre un tal asunto. Lo haría con mucho gusto, pero por de pronto lo quiero decir aquí. Si mañana lo debo repetir, les ruego disculparlo.
Ahora quiero repetir lo que ya he dicho públicamente en distintos lugares. Vean Uds., se puede hacer un notable descubrimiento. Lo quiero caracterizar por medio de un caso especial. He estudiado muy detenidamente las realmente muy interesantes composiciones escritas por Woodrow Wilson (“Mere literatura and other essays”), conferencias sobre historia americana, literatura americana, la vida americana. Se puede decir que por este Woodrow Wilson justamente el desarrollo americano, tal como se despliega desde el este americano hacia el oeste, está narrado realmente en forma grandiosa, poderosa. Su narración es típicamente la de un americano, y muy cautivantes son estas conferencias reproducidas en estas composiciones, estos artículos: “Mera Literatura” se llaman; se aprende a conocer el modo de ser americano (Woodrow Wilson es el más típico de los americanos) leyendo estas composiciones. Ahora es que he comparado - se puede hacer esta comparación muy objetivamente - ciertos pasajes de las composiciones de Woodrow Wilson con sentencias por ejemplo de Herman Grimm, (1838 – 1901, Historiador del arte, Comparación de Herman Grima y W. Wilson, vea también la conferencia del 30 de Marzo de 1918, Berlín, en “Muerte terrenal y vida cósmica. Dones Antroposóficos para la vida. Necesidades de conciencia para el presente y el futuro”. Bibl. Nr. 181, Gesamtausgabe, Dornach, 1967), un hombre que es típicamente en todo sentido un alemán del siglo XIX, un típico centroeuropeo del siglo XIX, el cual, por su estilo de escribir, me es tan simpático, como me es antipático Woodrow Wilson. Pero esto solo como algo personal al margen. Yo amo el estilo de escribir de Herman Grimm, y yo siento como algo que me es totalmente opuesto, repugnante, el estilo de Woodrow Wilson, - pero aún así se puede ser totalmente objetivo: el típico americano Woodrow Wilson escribe simplemente con brillantez, grandioso, especialmente sobre el desarrollo del carácter, de la esencia americana. Y ahora entró en consideración otra cosa, al comparar yo los artículos de Woodrow Wilson y los de Herman Grimm, donde ambos escribieron sobre el método de la historia: se puede pasar oraciones de Woodrow Wilson a los artículos de Herman Grimm, o viceversa ¡concuerdan casi textualmente!. Toda idea de plagiado está excluida. De modo alguno quiero yo insinuar plagio - ¡esto está absolutamente excluido!. Aquí llegamos al punto donde resulta claramente a la vista, donde sin caer en lo burgués, lo filisteo se puede aprender muy bien: cuando dos dicen lo mismo, ¡no es lo mismo!. Pues, ahora surge el problema: ¿Qué hay aquí de notable, que en verdad Woodrow Wilson narra mucho más penetrante, sugestivo a sus americanos que jamás narró Herman Grimm en su Método de la Historia, y sin embargo en su narración habla con oraciones de Herman Grimm?. ¿De donde proviene eso?. Realmente surge el problema.
Si se profundiza en el asunto, se encuentra lo siguiente, mis queridos amigos: Cuando se observa el estilo de Herman Grimm, todo lo que ha escrito, entonces se nota: cada oración es fruto de una individual, personal lucha. ¡Oración por oración fue ganada en una individual, personal lucha!. Todo se desarrolla en la luz de la cultura del siglo XIX, pero saliendo inmediatamente del alma consciente.
Espléndidamente narra Woodrow Wilson, pero poseído de algo en su misma subconciencia. Existe un endemoniamiento. En su subconciencia hay algo que le inspira, le instiga lo que escribe. El demonio, que naturalmente se presenta en una forma especial en un americano del siglo XX, es el que habla por medio del alma. ¡De ahí lo grandioso, lo poderoso!.
Hoy día, mis queridos amigos, donde la perezosa humanidad tan a menudo dice cuando lee algo en alguna parte: esto lo he leído también ahí o allá... ocupándose solo del contenido, hoy llegó el tiempo donde la humanidad debe aprender que ya no importa más tanto el contenido, sino que importa quien dice algo; que se debe conocer la persona por el como lo dice, dado que las palabras solo son ademanes, y se debe saber quien hace estos ademanes. Esto es aquello que hoy debe aprender la humanidad mediante su vida cotidiana. Aquí nos encontramos frente a un grandísimo misterio de la vida común y silvestre, de la vida cotidiana. Pues hay una gran diferencia si se lucha en el Yo personal, en el ego, oración por oración... o si por ejemplo es instigado, inspirado de alguna manera de arriba o de abajo o de cualquier lado. Más sugestivo es el efecto de la instigación, pues frente a lo ganado en lucha personal, el que lo lee a su vez debe ganarse luchando cada oración. Y se aproxima el tiempo donde no se deberá prestar más atención solo al contenido verbal de aquello que se tiene frente al alma, sino donde ante todo se deberá contemplar, mirar quienes son aquellos que dicen tal o cual cosa, - no la exterior personalidad física, sino todo el contexto humano-espiritual.
Cuando la gente hoy pregunta: ¿Cómo encuentro yo al Cristo?. Se les debe contestar de este modo, pues al Cristo no se lo puede conseguir por medio de fantasías, de ficciones ingeniosas o de alguna cómoda mística, sino solo es conquistable si se tiene la valentía de colocarse directamente en la vida inmediata. Y en un tal caso también frente al habla deben Uds., sentir la incapacidad en la cual les colocó el cuerpo físico debido a que llega a hacerse el vehículo del habla, y luego la resurrección del espíritu en la palabra.
Es esto. No solo: “la letra mata, el espíritu vivifica” (Segunda epístola a los Corintios, Cap. 3, 6), un dicho que también a menudo es comprendido mal, sino que ya el sonido mata, y es el espíritu quien debe revivir, llevar a la resurrección, al anudar, vincular concretamente cada vivencia, cada acontecimiento al Cristo y al Misterio del Gólgota.
En este primer paso se encuentra al Cristo. ¡Buscar! no solo - si ahí o allá hay lindas palabras - considerar su contenido - hoy día la gente se ha acostumbrado a eso -, sino buscar los contextos humanos, buscar como las palabras brotan del lugar del cual son habladas. Esto se hace cada vez más importante. Si justamente algunos de nosotros meditáramos sobre esto, no ocurriría lo que tan a menudo se oye decir: ¡aquel autor habló del todo “antroposóficamente”o “teosóficamente”... vale la pena leerlo! - No es lo que importa que palabras estén escritas ahí, sino: de qué espíritu salen. No palabras queremos difundir con la Antroposofía, sino un nuevo espíritu; pero ciertamente aquel espíritu que debe ser el espíritu del Cristianismo a partir del siglo XX.
Esto, mis queridos amigos, era lo que yo quería aún agregar. Soy feliz por haberlo podido agregar a aquello, que ocho días atrás he explicado aquí, y que de nuevo pueda hablar a Uds., de estos asuntos que nos tocan a todos, y espero que dentro de breve tiempo nuevamente podremos continuar aquí en Zürich estas reflexiones ramales. En este sentido es que siempre lo tenemos en el pensamiento, aunque estemos separados espacialmente: Como Antropósofos estamos juntos en las almas, y en este sentido queremos fielmente quedar siempre juntos en aquel espíritu de la humanidad, que ahí debe imperar y obrar.Según notas taquigráficas no revisadas por el conferencista
Impreso como manuscrito
Sobre el carácter de estas impresiones privadas, Rudolf Steiner manifestó en su autobiografía “El curso de mi vida” (Capítulos 35 y 36, Marzo 1925) lo siguiente:
“Como comunicaciones orales, no destinadas para la imprenta, estaban pensados los contenidos de estas impresiones...”
“En ninguna parte no esta dicho ni en lo más mínimo algo, que no sería el más puro resultado de la Antroposofía en evolución... Aquel, que lee estas impresiones privadas, las puede tomar, pues, en el pleno sentido de aquello, que la Antroposofía tiene que decir. Por eso también sin vacilar... Se pudo apartarse de la regla de difundir estas impresiones solo entre los asociados. Solamente debe tolerarse que en los modelos por mí no revisados se encuentren apuntes erróneos”.
“Un juicio sobre el contenido de una tal impresión privada sin embargo solo podrá concederse a aquel, que sabe lo que se acepta como condición previa juzgante. Y esto es para la gran mayoría de estas impresiones por lo menos en el conocimiento antroposófico del hombre, del cosmos, en lo que respecta a la descripción de su esencia en la Antroposofía, y de aquello, que como “historia antroposófica” se encuentra en las comunicaciones desde el mundo espiritual”.
NOTA DEL TRADUCTOR
He constatado que se hace necesario prevenir al lector sobre algunas características de la presente traducción, unas de índole general y otras de índole más bien particular del presente trabajo.
Respecto a las características generales debe tenerse en cuenta que se trata de un discurso pronunciado por el conferenciante con espontaneidad, y no de la lectura de algo preparado de antemano por escrito, y menos aún de un escrito pulido y revisado. Como es natural en tal discurso, el conferenciante acompaña sus palabras con gestos, con modulaciones de su voz, con pausas, con tonos altos o bajos, interrogantes o exclamativos, etc., todo lo cual da a entender al auditorio muchas cosas que desaparecen luego en los apuntes de los taquígrafos. (En 1918 aún no se usaba grabadores; pero aún el grabador no cambia en casi nada lo que aquí se trata). Hay una fundamental diferencia entre presenciar el acto creativo del orador y de cualquier reproducción posterior, ya sea por escrito o por grabación. Lo uno es como una fruta recién cosechada, lo otro como una conserva.
Respecto al índole particular el lector debe saber lo siguiente: El Dr. RUDOLF STEINER, tanto para sus conferencias pronunciadas, como también para sus libros escritos, tuvo que crearse un lenguaje nuevo dentro del idioma alemán, para poder expresar los resultados de sus investigaciones científicas en el mundo espiritual. Es algo parecido a lo que ocurrió a Tertuliano respecto al latín para la divulgación y defensa del primitivo cristianismo, o a Lutero para la traducción de la Biblia al alemán, y también a Paracelso para escribir en alemán algunas de sus obras científicas medicinales y filosóficas.
Esta particularidad en las obras de Rudolf Steiner enfrenta al traductor con su propia conciencia: Traducir lo que él mismo entiende, vertiéndolo en un castellano fluido, elegante y cotidiano, o traducir lo que en alemán tiene delante de sí, lo que refleja la lucha del orador por la palabra más adecuada posible, por la expresión que más se aproxima en lo posible a lo que tiene que comunicar, por hacerse comprensible - permitiendo así que el lector de la traducción participe de esta lucha - He optado por esto último, aunque así el lector se ve obligado a colaborar con su propio esfuerzo de pensamiento, sentimiento y voluntad. Y se puede estar seguro que en la versión original alemana sucede exactamente lo mismo.
Guido Sichel